martes, 23 de diciembre de 2014

Trabajo en equipo

Desde no hace mucho tiempo desarrollo mi actividad en un taller de restauración al que me apunté allá por el mes de septiembre, cuando mi hija comenzó el curso, con el objetivo de aprender técnicas nuevas y pulir las ya conocidas. Ya os contaré más en profundidad en una entrada futura la nueva etapa en la que me encuentro inmerso, y lo que en un principio consistía en recibir una clase semanal se convirtió en una actividad de colaboración diaria en la realización de trabajos de restauración y transformación de muebles y objetos.

Estando en el taller - en las clases cada uno decide que quiere aprender y sobre que quiere trabajar con la ayuda y supervisión de la profesora - veía como algunas de las compañeras realizaban manualidades utilizando láminas y servilletas de papel para crear y adornar diferentes objetos como cajas de madera, perchas, latas o platos de cristal. Esto, y el hecho de que un día la profesora trajo, entre otras, unas imágenes de caballos, me dio una idea que fui rumiando durante unos días.

Tengo una amiga propietaria de una tienda hípica - este es el enlace www.lacoz.es para visitarla -, donde podéis encontrar todo lo habido y por haber del mundo del caballo, o casi todo ya que le faltaba algo mío. ¿Por qué no?, me dije. Podría probar llevando pequeñas manualidades para ver si tenían salida y podían ser una fuente de trabajo, eso si, lógicamente tenían que ser objetos con temática hípica.

Visto lo que hacían las compañeras del taller, y con la ayuda de la profesora, me puse a trabajar en ello e hicimos un colgador que fotografié para enviar una imagen - que sería de nosotros sin la tecnología - a mi amiga que se mostró dispuesta a aceptar mi reto, espero que por tener algunas cosas originales a la venta en su tienda y no sólo por echarme una mano.

Tenía unas cuantas ideas en mente como hacer unos colgadores para llaves , cajitas para guardar pequeños objetos,... así que al día siguiente, tras recoger a mi hija en el colegio, me fui a un bazar y compré algunas cosas que necesitaba y de las que no disponía en el taller. También compré una caja de rotuladores y unas pegatinas pero esto sólo fue el oportuno soborno a mi hija por acompañarme a la compra - los que sois padres ya me entendéis -. 

Fue un trabajo de dos mañanas, realizado en los tiempos muertos mientras restaurábamos unas sillas - próxima entrada -. Primero cogí las cajas y las tinté, les adherí unas láminas y las dejé secando. Por otro lado cortar, pintar y pegar las láminas a unas tablas que se convertirían en colgadores, lo cual y para ser sinceros debo reconocer que hizo mi profesora en su mayor parte mientras yo me peleaba con las sillas. Luego nos pusimos a completarlos, uno con unas cucharillas como ganchos - la idea me la dio otra conocida que da clases de manualidades - otros con alcayatas y cáncamos, y otro con una tira de cuero a modo de colgador de gafas. Al día siguiente sólo faltaba rematar los trabajos: barnizar, forrar las cajas por dentro con tela aterciopelada y con la participación de otros espontáneos del taller colocamos unos ganchos a las tablas para poder colgarlas en la pared.

Este es el resultado de este verdadero trabajo en equipo, y nunca mejor dicho por el buen rollo que se respiraba mientras realizábamos las tareas.

Cajas Portaobjetos
Perchero y porta-gafas




















Colgadores de llaves
Esa misma tarde llevé todo el material a la tienda donde mi amiga quedó sorprendida cuando le expliqué la sencilla técnica utilizada para su confección, pero sobre todo por la posibilidad que le ofrecí de personalizar objetos para aquellos Clientes que estuviesen interesados y quisieran algún objeto con una imagen exclusiva.

No tengo grandes pretensiones al respecto pero al menos este trabajo me sirvió para practicar técnicas con láminas y para pasar un par de mañanas de divertido trabajo comunitario. Que tenga éxito o no en esta iniciativa es algo que el tiempo dirá. Habrá que ver que tal funciona la idea y si puede convertirse en una posible vía de negocio futura. Lo importante, como siempre, es seguir intentándolo.

sábado, 13 de diciembre de 2014

La Caja de Pandora

Esta caja es un recuerdo de familia de una amiga que como sabía que yo me dedicó a restaurar muebles y objetos - entre otras cosas - un día me la trajo a ver si se podía hacer algo con ella y devolverle un poco del lustre perdido por el paso de los años.

Estado Original







Se trataba de una caja de madera, imitando la forma de un libro, que tenía una lámina de El Greco en la portada que hacía la función de tapa. En general, la caja no estaba tan mal, nada que no tuviera arreglo con un poco de trabajo, lo que si es cierto es que la lámina se encontraba en un estado bastante lamentable. Tenía algunos desgarros y manchas de humedad, a parte del desgaste sufrido por la simple manipulación, ya que no tenía ningún barniz protector.

Comenzé a reparar la lámina intentando imitar el color original para cubrir los desperfectos pero como la imagen me parecía un tanto tétrica dejé volar mi imaginación - y el pincel - maquillando a la Madonna de El Greco como si fuera Alaska en su mas recordada etapa ochentera - soy otro nostálgico de la Bola de Cristal -, lo que incluía sombra de ojos naranja y labios violetas.


Iniciada restauración de pintura
Pero estando a medias con este proceso de cambio radical - a lo más puro reality show -, un día que la propietaria pasó por casa la vio y por la cara que puso, aunque no dijo nada, no parecía que le hubiera causado una buena impresión mi visión particular del trabajo, lo cual capté perfectamente. Entendí que al tratarse de un legado de familia y por tanto de un recuerdo,  lo que procedía era respetar el valor sentimental de éste y por tanto la imagen original. Aquí metí la pata, pero como de sabios es rectificar, aparqué mi vena artística y me centré en realizar un trabajo de restauración propiamente dicho, que es lo que requería la ocasión

Borrón y cuenta nueva, y nunca mejor dicho por que lo que hice a continuación fue eliminar totalmente la lámina y comenzar el trabajo de cero.


Empezando de cero
Lo primero, como siempre - y no me canso de repetirlo, pero si de hacerlo - fue lijar para continuar reparando algunos pequeños desperfectos con masilla y darle tinte para recuperar el color. El interior lo mejoré, al menos desde el punto de vista funcional, y para que se mantuviera intacto pegando una tela aterciopelada, que no suponía una importante modificación del original y si una mejora práctica. Después había que arreglar la lámina, pero ya estaba tan retocada que lo mejor era cambiarla completamente. Conseguí una nueva igual a la precedente y tras adherirla a la tapa se procedió a darle un tratamiento de envejecimiento para que la apariencia fuera similar. A continuación coloqué unas tachuelas en los vértices de la tapa - estaban perdidos la mitad de los originales- e inserté la chapa con la leyenda de El Greco tras pulirla y devolverle el brillo antes de envejecerla también. Por último, aplicar barniz protector y listo.

Interior finalizado
Detalle estado interior












El resultado final fue el que os muestro a continuación, del cual la Clienta quedó muy satisfecha, no se si realmente por el resultado en si - espero que así sea - o por que no le había devuelto una versión ochentera de su recuerdo familiar. Lo cierto es que a mi me sirvió para darme cuenta que hay que tener respeto con los recuerdos de los demás y saber valorar los sentimientos que pueden albergar ya que lo que se valora en estos casos es mantener la procedencia.

Resultado Final


sábado, 6 de diciembre de 2014

Trono Vintage

Este sillón forma parte de un conjunto con otras dos sillas sin reposa brazos, y proceden del antiguo trabajo de mi mujer. Con motivo de la mudanza de oficina que realizaron el año pasado y la consiguiente renovación de mobiliario, hubo una serie de elementos que sobraban en las nuevas instalaciones por lo que se les ofreció a los empleados la posibilidad de llevarse lo que les interesara antes de que fueran a parar al vertedero.

Al hacer el reparto, mientras el resto de los compañeros de trabajo se decantó por modernas sillas de oficina, cajoneras y mesas más prácticas, mi mujer, conociéndome a mi y mis inquietudes, se hizo con el conjunto de sillas antiguas que habían pertenecido a un antiguo jefe, y que a mi parecer eran las piezas más valiosas.

Estado Original
Las sillas tenían apariencia austera pero eran de buena calidad y tenían posibilidades, sólo había que buscarlas, así que pasaron a ocupar su lugar en la cueva, en la cola de muebles a la espera de transformación.

Como tenía claro desde el principio que las iba a pintar y a cambiar la tapicería, el primer paso fue retirar la existente, lo cual fue un trabajo de chinos. Lo primero fue arrancar las tachuelas del perímetro que escondían grapas que sujetaban el cuero, después mas grapas que mantenían la goma espuma interior, mas tarde la nueva ristra de grapas que sujetaban las rejillas de soporte. Como recordatorio de todo esto me quedó codo de tenista que desde entonces, hace ya casi un año, me dejó fuera de los partidos de padel de los miércoles - ya sabéis, deporte de cuarentones, excusa para reunirse y tomar una cerveza con los amigos-.
En proceso

El trabajo lo fui haciendo de manera intermitente ya que cada vez que me ponía manos a la obra me resentía de la lesión y tenía que aparcar esta tarea para dedicarme a otras que no requirieran ese esfuerzo al codo hasta recuperarme y continuar. No exagero si os digo que entre tachuelas y grapas retiré no menos de trescientos elementos, de ahí que las otras dos sillas aún estén pendientes - una sin tocar y la otra a la mitad  -. Esta era para casa, las otras irán destinadas a la venta.

Tras el verano, al terminar el mueble de costura - al que ya dedique una entrada anterior - había que complementarlo con una silla adecuada y que mejor que ésta que estaba a medio hacer ya.

Tras retirar la tapicería - por fin - se lijó, se reparó uno de los brazos que estaba dañado y despegado y después, tras decidir que la madera del respaldo iba a estar a la vista y no oculta como lo estaba originalmente, hubo que reparar todos los desperfectos provocados por los miles de millones - no me gusta exagerar - de grapas y tachuelas retirados, por tanto, se aplicó pasta y lijó en un proceso lento y tedioso que requirió varios repasos. Hecho ésto se pintó con esmalte acrílico, del mismo azul turquesa que el mueble al que iba a acompañar.

Lista para el tapizado

Paralelamente a este proceso fuimos buscando el material para el tapizado. La tela, tras vueltas y vueltas por diferentes tiendas sin nada que realmente nos llamara la atención, bueno, miento, hubo una que me gustó pero a ciento ochenta euros el metro - si, habéis leído bien, no es una errata - pero lógicamente tuvimos que decantarnos por otra opción más económica. Tras una noche viendo fotos de las muestras que habíamos ido sacando de las más interesantes tomamos una decisión, pero cuando fuimos a comprarla, y viendo las muestras al natural cambiamos la elección.

La búsqueda del galón para el remate también tuvo su historia. Recorrimos varias tiendas viendo prácticamente lo mismo en todas así que finalmente nos decidimos por uno en color rojo bastante tradicional, el más coherente dentro de lo que habíamos visto. Ya le habíamos entregado al tapicero todo el material para que hiciera su trabajo cuando unos días más tarde, por casualidad entramos en una tienda - esto es como cuando sigues buscando algo que ya has comprado para ver si lo encuentras más barato, puro masoquismo - y encontramos gran variedad de galones, y muchos eran más interesantes que lo que habíamos visto hasta entonces. Compramos uno que nos gustó, así que al día siguiente, rezando para que al tapicero no le hubiera dado por saltarse todas las costumbres y hubiera hecho el trabajo en una semana, llamé al tapicero - que afortunadamente cumplía con el cliché y no había ni empezado - y quedé con él para entregárselo. Finalmente tras otra semana de espera nos devolvió la silla finalizada.

La verdad, y viendo como quedó, todo el trabajo y quebraderos de cabeza merecieron la pena, tanto la dueña - mi mujer - como yo quedamos encantados con el resultado final que os muestro a continuación.

Resultado final
PD: desde enero no juego al padel, y aún quedan unos cuantos cientos de grapas y tachuelas por quitar de las otras dos sillas. Creo que me conformaré con tomar cervezas con los amigos y cambiar de deporte por que tengo otro trabajo pendiente de cuatro sillas igualitas, y esta vez me pagan por lo que no valen excusas.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Mesas de insomnio

En los alrededores de casa tenemos contenedores de basura orgánica y de vidrio, pero los de envases y papel están a la entrada de la urbanización así que cuando hay suficiente acumulado cargamos todas las bolsas en el coche y en cualquier viaje aprovechamos de camino para deshacernos de la mercancía. No es raro encontrar algunos objetos deshechados por fuera de los contenedores como electrodomésticos o algún que otro mueble (parece que no todo el mundo se molesta en ir al punto limpio), aunque si dejaran más cosas interesantes - la mayoría no lo son - no me importaría tanto. Es por ello que este es un lugar donde ya he recogido algún que otro objeto que esperaba su oportunidad.

En esta ocasión, al ir a tirar la basura encontré dos mesas de noche y un armario desmontado. La verdad es que los muebles era de una calidad nefasta, del armario no servían ni los tableros pero las mesillas, aunque con un acabado clásico horrible, digno del Castillo de Vlad el Empalador, tenían alguna posibilidad así que me dije que si a la vuelta de donde iba aún seguían ahí, es que eran para mi. A la vuelta allí estaban mirándome con pena así que sin dudarlo, al maletero.

Estado cuasi-original






















Aquí tenéis una imagen del inicio del trabajo de lijado - realmente fue darle a la espátula para arrancar la chapilla exterior imitación de madera noble -. Os ahorro la horrible visión de las filigranas que adornaban el frontal de los cajones.

Tenía claro que quería forrarlas con papel adhesivo ya que pintarlas, por el acabado del aglomerado sería demasiado trabajo, pero no tenía tan claro el estilo así que una tarde me fui a la aventura y compré un papel con motivos florales bastante fino. Había visto otro que me llamó más la atención, pero no me decidí por que me pareció atrevido, aunque me quedé con las ganas. Al volver a casa se lo comenté a mi mujer y me dió el empujoncito que necesitaba para decidirme, así que al día siguiente volví a la tienda y cambié el papel por el que realmente me gustaba. Así que... manos a la obra.

Una vez totalmente peladas y arrancados los faldones inferiores que estaban en mal estado - eran de cartón aglomerado -  lo siguiente fue pintar la estructura y a continuación forrar con el papel adhesivo los laterales y frentes de los cajones para darle el toque vintage.   Por último, coloqué unas varillas en la parte inferior para sustituír las piezas retiradas, unos tacos de goma - topes para puertas - a modo de patas, nuevos tiradores y listo.

La verdad es que quedaron bastante aparentes y originales, lo único que no me gustaba era el acabado de la parte superior y sus bordes. El trabajo lo había realizado relativamente rápido, un par de mañanas para el lijado otra para pintar y otra para colocar el papel adhesivo, lo que nunca pensé es que tardaría tanto en rematarlas. Empezaba el calvario...

En proceso de lijado
Como no sabía muy bien como hacerlo me las llevé a las clases de restauración a ver si la profesora me iluminaba. Pulí algunos desperfectos aplicando tinte a las manchas del interior de los cajones y rematé los añadidos de la parte inferior, pero lo que realmente costó fue arreglar la parte superior.

Primero tuve que quitar la pintura, lo cual me sirvió de práctica ya que apliqué todos los métodos habidos y por haber empezando por el decapante y la lija, pasando por raspar con cristal y verguilla y por último con una pistola de calor. Finalmente salió todo, con músculo y paciencia pero la pesadilla no había hecho más que empezar... no os voy a aburrir pero puedo aseguraros que el que si se aburrió fui yo, de lijar y pintar una y otra vez. Lógicamente cada vez que pintaba había que esperar a que se secara para lijar en fino nuevamente y corregir imperfecciones, volver a pintar... así una y otra vez, multiplicado por dos (dos mesillas). El borde lo hice seis o siete veces. Al final acabé hasta el gorro, de hecho estuvieron aparcadas en un rincón del taller más de un mes hasta que me decidí a terminarlas de una vez. Esto ya era una cuestión personal, o ellas o yo.

Ahora cuando las miro me siento orgulloso, por que echando la vista atrás recuerdo las horas que pasé trabajando en ellas y el tiempo que me llevó hacerlas. Aquí os muestro como quedaron finalmente, espero que os gusten, a mi me encantan - al final les cogí cariño - .

Resultado final
PD: el hecho de que me gusten no significa que me las vaya a quedar, en casa no tienen cabida, o si... todavía me lo estoy pensando. Pero en principio están destinadas para la venta, inicio de lo que espero sea una exitosa carrera en el mundo del diseño y reciclaje. Lo que aún no he pensado en cual será el precio, por que sólo en quebraderos de cabeza...


jueves, 20 de noviembre de 2014

Plan B

Un día de visita por la tienda sueca, en la parada habitual en la sección de oportunidades - mi favorita -, donde no dejo de acudir con ilusión, aunque en la mayoría de las ocasiones no encuentro nada que merezca la pena, me tropecé con un toallero al que ya le había echado el ojo anteriormente, y nunca mejor dicho por que era ese mismo el que habían retirado de la exposición - perece que sin mucho exito por que ya no venden el producto - y ahora se encontraba allí esperando su segunda oportunidad como saldo. Al verlo en exposición no me terminaba de convencer, sobre todo por los cincuenta euros que costaba, pero en la sección de oportunidades y a veintiun euros resultaba bastante convincente.

Hacía tiempo que tenía varias ideas rondando por la cabeza sobre diferentes soluciones para colocar las toalla en el baño de nuestro dormitorio y una de ellas era poner una escalera. No era esto que compré exactamente en lo que había pensado pero parecía una opción bastante razonable (y barata) y además, ya estaba cansado del triste gabán que cumplía esa función.

El dilema se planteó por que también estaba pensando en despejar un poco el armario de la planta baja donde tenemos los abrigos y demás objetos de diario. Quería buscar algo más accesible y que no hiciera mucho bulto para tener más a mano las pequeñas cosas de uso cotidiano como cartera, llaves y bolsos, sacándolas del armario y teniéndolas más a la vista y junto a la puerta de entrada a casa - el armario está a mitad del pasillo -.

Pensando en ello durante el camino de vuelta, y ya que no me terminaba de convencer como toallero para el baño - tenía un par de ideas mas glamurosas para esto último - opté por el plan B, colgador para la entrada.

Sólo me faltaba pulir los detalles y como pienso mejor cuando trabajo, en cuanto llegué a casa me puse manos a la obra y lo atornillé a la pared. Hecho esto comencé a experimentar diferentes complementos para hacerlo más funcional. Cogí unos ganchos de plástico que tenía en una barra de la cocina y los probé como colgadores. Quedaban perfectos para las llaves pero no servían para los bolsos, cedían por el peso. En ese momento recordé haber visto unos metálicos en la sección de cocinas que serían más apropiados. Probé también unas cubetas de plástico que tengo en una barra del escritorio conteniendo lápices y bolígrafos y me gustó la idea como contenedores de objetos pequeños. Por último pensé que vendría bien tener al menos una balda así que aproveché y corté una vieja que tenía de antes de la mudanza y la forré con papel adhesivo que me había sobrado de otro trabajito, que al ser blanco y negro imitando piel de cebra, quedaba totalmente integrado en la estructura del mueble.

Con la idea en la cabeza volví a la tienda sueca, pero esta vez a tiro hecho. Ganchos de plástico, otros metálicos y cubetas, todo ello por el módico precio de cuatro euros. Menos mal que la tienda está a menos de diez minutos de casa por que si no me habría salido más cara la gasolina que la compra.

Ahora sólo era cuestión de buscar el lugar apropiado para cada cosa: gafas de sol arriba, cartera, monedas y objetos pequeños en las cubetas, resto en la balda, llaves en los ganchos de plástico, bolsos en los ganchos metálicos de los laterales y paraguas abajo, todo ordenado y a la vista. Supongo que por la edad uno se vuelve maniático o despistado, pero llega un momento en el que o dejas las cosas en un sitio concreto o nunca encuentras nada - que le pregunten a mi mujer si no cuantas veces le pergunto por cosas que he ido dejando en lugares fuera de su sitio -. Si me habéis entendido - seguro que ellas si - es que ya teneis cierta edad, si no, ya os acordareis de esto cuando llegueis. En definitiva, los veinticinco euros que me gasté compensan con creces el tiempo ahorrado en buscar las cosas ya que está todo a mano, una pequeña inversión muy rentable. Os muestro como quedó finalmente.

Detalle accesorios
Resultado Final


Por cierto, el triste gabán sigue haciendo su función de toallero en el baño... pero ya estoy trabajando en un nuevo proyecto para sustituírlo, lo que os mostraré en una próxima entrada - si es que lo acabo algún día-.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Revistero Gaseoso

Hace ya varios años, mientras ayudaba en la limpieza de la casa de un familiar, encontré entre montañas de objetos abandonados en un trastero destinados al contenedor una caja de madera que no tenía nada de particular, a parte de su estado lamentable. No se por que pero fue lo único que rescaté, a parte de unos libros - no puedo evitarlo, son mi debilidad -, y no por que no hubiera nada interesante sino por que no tenía donde meterlas y para que vamos a engañarnos, tampoco tenía pensado que fuera a dedicarme a ésto.

Después de la primera restauración
En su día, la restauré con un buen lijado, tinte para oscurecerla un poco y barniz para protegerla, manteniendo prácticamente el estado original en el que la encontré, la verdad es que tampoco es que me esmerara mucho. Se convirtió entonces en un revistero a juego con los muebles mejicanos que poblaban mi salón por aquellos días (si yo también pasé por esa época, nadie es perfecto).

Así se mantuvo unos cuantos años en una esquina del salón, junto al sofá, siendo paso de tránsito de periódicos y revistas en su camino del kiosko al cubo de papel. Sobrevivían en el fondo unas revistas de National Geographic inacabadas, de las que guardas para terminar de leer algún día aunque en el fondo sabes que nunca lo harás, y que finalmente regalé (después de tanto tiempo hasta les había cogido cariño y les busqué acomodo, no fui capaz de tirarlas).

Cuando me mudé a la nueva casa ya no había lugar adecuado en el salón (adiós a los muebles mejicanos) así que el revistero quedó relegado a un oscuro rincón de la cueva, como contenedor de botes de pintura, pero cuando comencé a asistir a clases de restauración fue el primer objeto en el que pensé en llevar para darle una nueva oportunidad - en el fondo le tenía aprecio -.

Cajas de sifón
Al llegar a clase, lo primero que descubrí es que se trataba de una caja de sifones, lo cual confirmé consultando en internet. Recordaba de mi infancia las botellas en los bares, pero no guardo recuerdos de este tipo de cajas - no soy tan viejo - así que eso me hizo dudar de lo que tenía pensado hacer con la caja, por lo que me puse a trabajar con ella sin tenerlo del todo claro.

Lo primero como siempre, lijar, luego tapé las heridas de carcoma recuerdo de la vida anterior a su llegada a mis manos, ya que no lo había hecho con anterioridad. A modo de práctica en las clases, como estaban haciendo manualidades de empapelado de muebles me decidí por forrar el interior, y nada mejor como motivo alusivo a su uso que hacerlo con papel de periódico, aunque bien es cierto que ya no acumulamos papel como antes - bienvenidos al mundo digital -.

Después pensé en darle un color, estaba aburrido de verla así, necesitaba un cambio. ¿Que tal el rosa?

Pintado de rosa

No terminaba de convencerme el resultado final, difería demasiado el aspecto viejuno del interior forrado con periódicos con el reluciente exterior así que, siguiendo el consejo de la profesora, y para practicar nuevas técnicas lo envejecí minimizando de ese modo el contraste entre interior y exterior.

¿Acabado?, no del todo, ya me lo había llevado a casa pero tenía la sensación de que aún faltaba algo. Después de haber visto en internet cajas de sifón, en muchas de ellas aparecía la marca comercial así que pensé en ponerle alguna denominación, recuerdo de su pasado. Con una plantilla de letras de mi hija y la ayuda de un clavo repujé las letras en un lateral para a continuación pintar el reundido y terminar dándole aspecto envejecido para que no desentonara con el conjunto. Por último una capa de barniz protector, unas pequeñas ruedas en la parte inferior para facilitar la movilidad sin rayar el parqué y listo, ya tengo un estupendo revistero de Gaseosas El Rayo.
 
Detalle del Interior
Aspecto final

jueves, 13 de noviembre de 2014

Lampara 10,45

El título no es por que sea la hora en la que se hizo o el número de la versión de la lámpara, es lo que me costó en euros hacerla. Por si no queda claro, esto no es una restauración o segunda oportunidad, se trata de un objeto que ha sido fabricado, al menos en parte, con componentes expresamente comprados para ello, aunque dándoles una utilidad distinta a la origina para la que fueron creados.

Un día que fuimos a buscar unos utensilios de cocina a la famosa tienda sueca, mientras hacíamos la ruta mínima obligatoria (todos los que habéis ido ya sabéis a que me refiero), - que no os voy a engañar, de vez en cuando me gusta ya que me sirve para generar mi propio brainstorming sobre las diferentes posibilidades de muebles y objetos de decoración de la exposición -) mi mujer me hizo un comentario inocente de lo curioso que estaría ese botellero, por su diseño, para hacer unos apliques para la escalera (sutil indirecta tras dos años con unas bombillas peladas) que reconozco que fue el chispazo de la idea.
Botellero Original

Dicho y hecho, cogí uno del estante y lo metí en la bolsa. El resto del trayecto hasta la caja iba pensando que hacer con él, me gustaba la idea, y si al final no se me ocurría nada o me arrepentía siempre había tiempo de dejarlo.

Pero si, se me ocurrió algo. Recordé unas portadas de plástico traslúcidas que guardaba para encuadernar y que podían servir para cubrir los huecos destinados a contener las botellas a modo de tulipa, idea suficiente para llevarme el botellero y seguir desarrollando la idea. Ya pensaría en solucionar el resto de cuestiones.

Ya que estamos, y en relación a la famosa tienda sueca, no quiero dármelas de way diciendo que no voy a grandes superficies y ese tipo de cosas, pero si es cierto que trato de evitarlas. Tengo por norma intentar conseguir los materiales que necesito en los pequeños comercios locales ya que prefiero que el beneficio quede en casa y no vaya a parar a esos hombres gordos con frac y chistera de las grandes corporaciones (me vienen a la mente las viñetas de El Roto - genial autor-). Al menos eso quiero pensar, aunque tampoco hay que dejarse timar, que también hay cada pequeño comerciante que no desmerece al mayor mafioso, afortunadamente los menos, pero en muchas ocasiones por la diferencia de precio (hasta puede que más barato si sabes donde ir) no merece la pena meterse en la vorágine de un centro comercial.

Dicho esto, sin ánimo de ofender a nadie - cada cual es libre de hacer lo que quiere con su dinero - , continuo. A la salida, y de vuelta a casa, paré en dos ferreterías. En la primera no encontré lo que buscaba (es a veces el problema del pequeño comercio, no todo es de color rosa) y en el segunda, si bien no era exactamente lo que tenía en mente, compré dos portalámparas (1,75€ c/u mas los 6,95 del botellero hacen 10,45, de ahí el título de esta entrada). Ya sólo faltaba pensar en como ponerlos.

Al día siguiente en casa, en una escapada mañanera a la cueva (cuarto de herramientas) corté un trozo de tabla para darle la forma de la sección transversal del botellero y lo pinté de blanco (esto último realmente innecesario ya que no se iba a ver) y por la tarde, cuando ya estaba seco fue cuestión de atornillar los portalámparas, uno a cada lado, colocar el cableado conectando ambos a una regleta, y ésta al cable de corriente, colgar en la pared, deslizar las fundas de plástico y lista, lámpara iluminando la escalera.

Colocada y Conectada
Estado Final




















Conseguí que las bombillas coincidiera con los aros metálicos transversales de manera que se evita el deslumbramiento del núcleo de la bombilla, que puede ser desagradable si se mira directamente a la luz. La verdad es que quedó mejor de lo que esperaba, así que en breve tendré que hacer otra visita a la tienda nórdica para comprar otro botellero para el tramo superior de la escalera, y de paso idear algún otro artilugio.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Armario de Costura

Un día que llevaba a mi hija a clases de inglés le eché el ojo a un mueble abandonado en una cuneta (literal), así que a la vuelta paré el coche a un lado, abatí los sillones de atrás y para casa. El mueble no es que fuera de calidad, aglomerado recubierto con chapa imitando madera, y lo habían pintado de negro bastante chapuceramente. Le faltaba algún pomo, y los que quedaban estaban rayados en su mayoría. Tenía un buen bocado en una esquina del tablero inferior que se había llevado una de las patas cuadradas de hierro (no había por donde cogerlas) y la puerta abatible había sido arrancada aunque estaba completa, pero todo ello recuperable con trabajo.

Estado original sin cajones
Después de pasar el verano dando tumbos por casa, en el comedor de pie, acostado, en la terraza... había que pensar en que hacer con él. Recordando un mueble visto en una de tantas páginas webs decidimos (mi mujer y yo) adecuarlo para la costura utilizando la puerta abatible, una vez abierta, a modo de mesa, al estilo de los antiguos burós, colocando la máquina de coser en el interior, fuera de la vista y el material de costura en los cajones inferiores.

Dándole vueltas al posible acabado, un día que paseando vimos en el escaparate de una tienda una silla pintada de azul turquesa. Le gustó tanto a mi mujer que no dudo en entrar a la caza del color. Puede ser tan persuasiva (que me lo digan a mi) que consiguió el bote de pintura con el que había sido pintada y lo llevó a una ferretería cercana donde le hicieron un color idéntico.

Ya no tenía excusa para empezar. Hubo que darle duro con la lijadora ya que la pintura estaba en bastante mal estado y había que eliminarla completamente. Desmontar, tapar agujeros, reparar rayones, cambiar el tablero inferior, buscar unas varillas para cambiar las guías de los cajones que estaban deshechas (al final me las hizo un vecino en su carpintería), colocar una bisagra nueva, pintar, pegar papel pintado, forrar el fondo de los cajones, barnizar y...

Nos quedamos estancados, no teníamos claro como rematarlo. Yo tenía una idea pero a la dueña del mueble no le convenció. Buscando y rebuscando conseguimos unas patas bastante aparentes en un tono plateado que le daba un toque diferente y finalmente me decidí por rescatar los pomos reparándolos y pintándolos del color de las patas. Como no había suficientes, en la puerta abatible coloqué unos distintos aunque pintados del mismo color.

Aspecto final

Para mi, el color es lo más atractivo del mueble, fue todo un acierto la elección (de mi mujer) y si bien se me ocurrieron varias ideas de decoración, como  pintar los cajones de diferentes colores, como a mi mujer le gustaba de esta manera, y realmente era para ella, así se quedó. Siempre habrá tiempo de darle otro cambio de apariencia, cuando le llegue su tercera o cuarta oportunidad...
Puerta Abierta
Detalle interior cajón

jueves, 30 de octubre de 2014

Primer encargo

Como había adelantado, a través del comentario a un amigo recibí la llamada de su hermana. Estaba cambiando la decoración de su casa y tenía dos muebles de los que no se quería deshacer. Uno de ellos solamente requería un forrado de papel pintado pero había otro había que cambiar para que hiciera juego con el anterior.

Mueble original
Se trataba de una alacena (de la inevitable tienda sueca) que originalmente era de color oscuro y que había que cambiar a blanco viejuno y además forrar con papel pintado de diferentes colores.

Tras mostrarle el trabajo que había hecho en mi mesa de comedor le pareció que era lo que buscaba, aunque no tan gastado (reconozco que me pasé con la lija, pero era lo que buscaba para mí). Para el papel pintado me dio carta blanca a la hora de elegir la combinación .

Como siempre, lo primero que hay que hacer tras desmontarlo es darle al músculo y lijar, aunque en este caso, dado que no había que quitar barniz ni pintura, con una ligera pasada fue suficiente. Tapar agujeros innecesarios y reparar daños para después lacar. Como el color era oscuro y el acabado tenía que ser fino hubo que darle no menos de tres manos, más en algún punto. Seguidamente lija para envejecer (si mi abuela levantara la cabeza y viera esta tendencia...) y después colocación del papel.

Detalle del acabado y decoración de la parte superior

Fueron tres papeles diferentes, que eran los que había comprado mi amiga para decorar los dos muebles así que tras pensar en las diferentes combinaciones posibles finalmente me incliné por la que se muestra en las fotos.

El aspecto exterior es bastante lineal, por llamarlo de alguna manera, para resaltar el acabado envejecido y el papel azul (para mi el más interesante). Teniendo en cuenta que lo que va a contener es una colección de teteras, tampoco había que quitarle protagonismo al contenido así que tenía que tener el punto justo para atraer la atención pero sin estridencias. La fuerza se la da el color rojo, pero esto sólo lo verá aquel que sea invitado a ver el interior.
Vista exterior
Detalle de interior
 La dueña quedó contenta, que es de lo que se trata y yo me lo pasé bien mientras trabajaba, que para mi es lo realmente importante, disfrutar haciendo lo que te gusta. Y por cierto, como de disfrutar se trata, mientras ocupaba mi tiempo en este trabajo estuve realizando una selección de música de Death Cub for Cutie. Para el que no lo conozca no le contaré nada, sólo le aconsejo que se tome cuatro minutos para escuchar esta canción, a mi me trae buenos recuerdos. Death cub for cutie


lunes, 27 de octubre de 2014

Mesa de prácticas

Como ya he contado, me estaba dedicando a ésto por dos razones básicas, entretenimiento y ahorro, y ya le había comentado a algunos amigos que no me importaría dedicarme a esto más en serio, vamos tan en serio como para vivir de ello. Pues de rebote, y por uno de estos comentarios, la hermana de uno de ellos se puso en contacto conmigo y me planteó si era capaz de transformarle un mueble por que estaba redecorando su casa. Esta historia ya os la relataré en una próxima entrada, pero a mi me da pie para contar como con el empujoncito de la petición, y ya que tenía en mente hacerlo, a modo de práctica decidí tunear la mesa de mi comedor ya que lo que esta amiga quería para su mueble era, en parte, lo que yo tenía pensado para mi mesa.

La mesa no es que estuviera mal, salvo unas grietas en dos de las patas, lo que ocurre es que al ser de un color oscuro desentonaba con la decoración que le rodeaba por lo que era necesario introducir algún cambio para armonizar el conjunto, parecía lo que realmente era, una colección de muebles al que las circunstancias habían llevado a compartir espacio por sentido práctico, sin relación estética entre ellos.

Aspecto original
Pasada por la lijadora



En proceso de pintado
El primer paso fue desmontarla y lijarla completamente, esto siempre es lo más aburrido para que nos vamos a engañar. Después reparar con masilla y algún tornillo para las grietas y desperfectos.

A continuación, y una vez montada nuevamente, la pinté de color blanco, tres capas en total, ya que eran capas ligeras para que el acabado fuera lo más uniforme posible y el color oscuro de fondo se resistía. Una vez seco me dediqué a destrozar parte del trabajo realizado con la lija para darle un aspecto desgastado y con solera (para algunos me pasé), y de ese modo crear un nexo de unión entre el color blanco de las paredes y los rodapiés del comedor, y los muebles de la cocina (abierta al comedor), con el color madera claro por otro lado de las sillas y el parqué. Por último barnizar.


Aspecto final, y sí, las sillas también caerán...algún día

El trabajo en si no supuso mucho tiempo, lo que ocurre es que como hay que esperar a que se seque la masilla, la laca y el barniz, al final son varios días a tiempo parcial lo que te ocupa, pero es cuestión de organizarse para hacer otras cosas en los tiempos muertos.

domingo, 26 de octubre de 2014

2 X 1

Aún me quedaban restos de un palet y mi propósito era hacer una mesa auxiliar para el sótano, pero no era material suficiente. Recordé que mi cuñado me había comentado que había consequido unas tablas de palets de lujo que venían lijadas y relucientes, y que se proponía hacer una mesa para su sótano. Tenía más material del que iba a necesitar así que dejo caer que si le sobraba algo me lo podía quedar. Como yo sabía que si tenía que esperar a que él hiciera su mesa, esto sería más o menos cuando las ranas criaran pelo en el sobaco, y yo tenía algo más de urgencia, pensé que sería mejor echarle una mano así que realicé una incursión en su sótano digna de los más avezados SEALs  y le cogí prestadas las tablas que celosamente guardaba (Mío, mi tesoooro...).

En primer lugar, y ejerciendo Mi derecho de pernada, construí Mi mesa, . Monté cuatro tacos de palet en la parte inferior de una balda de estantería (de ahí la forma rectangular final de la mesa, no es por que estuviera planificado, lo mío es improvisar y lo demás tontería) a la que atornillé cuatro soportes de baldas que tenía en el trastero en la parte superior, y sobre éstos fijé un tablero que construí uniendo tablas de palet. Barajé dejarla en crudo pero finalmente pinté de blanco la parte superior para dar mayor luminosidad ya que está en el sótano, atornillé unas ruedas (es el único gasto que realicé) a los tacos y listo, una práctica mesa con una práctica balda de almacenaje en la parte inferior para las partidas de los jueves y demás reuniones nocturnas (de ahí la urgencia).



El estado actual es fruto del paso de los ejercitos del risk, las cuádrigas del Ave Cesar, los caballeros de El Grande y sobre todo de los amigos de mi hija (he contado hasta cuatro sentados a la vez), pero aún se mantiene en perfecto estado de revista.


Con las tablas de los palets de lujo hice otro tablero, en esta ocasión cuadrado, por que sabía que era lo que querían mis cuñados. Monté cuatro pequeñas patas uniendo nuevamente tacos de palet, de dos en dos esta vez para que tuviera más altura, y le atornillé unas ruedas que ellos habían comprado. Pintura marrón, de la que les sobró de pintar algunas paredes de su sótano para que hiciera juego en el conjunto, y a correr... Una mesa a cambio de un par de tablas, creo que salieron ganando.

 




viernes, 24 de octubre de 2014

Jardinera de Palets

A los pocos días, cuando llegaba a casa me encontré al vecino (el de los palets), al que le había comentado que si le sobraba alguno más me avisara antes de tirarlos, y  me ofreció dos que tenía y sin dudarlo me los traje. Tenía en mente una jardinera para hacer con mi hija un pequeño huerto, el problema es que para lo que había visto en algunos blog necesitaba al menos tres.

Imaginación al poder, me puse a desmontar los palets mientras pensaba como poder ahorrar material y finalmente fue tomando forma una idea. Por cierto, si alguien se quiere deshacer de una pata de cabra (de las de los ladrones, no de las de comer) que se acuerde de mi, igual que yo me acordé de muchas cosas mientras desmontaba los palets con un simple martillo, un escoplo y unas tenazas. Fue lo que mas tiempo me llevó, desmontar los palets, por que montar la jardinera fue menos de media hora.

















Terminada la estructura básica sólo faltaba tratar la madera con un producto impermeabilizante para que resista mejor las inclemencias del tiempo, colocar una malla (recogida del contenedor) que permita que el agua se filtre sin perder la tierra, rellenarla con la tierra propiamente dicha y visitar el vivero para comprar unos brotes.

Primera siembra.

Ya hemos ido plantando y recogiendo lechugas, puerros, cebolletas, pimientos de padrón, berenjenas, acelgas, espinacas y hiervas aromáticas y os puedo asegurar que saben mejor, probablemente por la satisfacción de hacerlo uno mismo, y además es un entretenimiento didáctico para los niños.

Continuando en el sótano

Como seguían habiendo necesidades (siempre las hay), y había sobrado material me puse a pensar en que podía hacer con todo aquello. Lo primero y más fácil fue coger los restos de la estantería utilizada en el sofá de palets y con pinturas sobrantes darle un toque un poco más alegre para hacer una zapatera para la entrada al sótano. Sin complicaciones, cortar un poco, lijar y pintar, pero resulta útil y sin coste.

Zapatera

Con unas tablas de los palets convenientemente pintadas, un poco de cable, unas regletas para las conexiones y unos portalámparas que compré (esta vez si tuve que visitar la ferretería, el cuartucho no es ilimitado como el bolsillo de Doraemon), añadiendo unos tarros de cristal como tulipas, de los que usamos en casa para almacenar alimentos y líquidos, construí una lámpara. Esta idea la rescaté de otro blog de reciclaje, pero como quedaba un tanto sosa, se me ocurrió, ya que estaba haciendo limpieza de cd's de ordenador (los de música son sagrados) y tenía una pila de viejos programas inútiles,  colocar algunos en la parte inferior dándole un aspecto más animado al conseguir que el reflejo de las bombillas sobre superficie plástica de los cd's emitiera un curioso efecto que parece aumentar la luminosidad.


Lámpara de techo

Continuando con restos, cogí una mesita de noche (de la conocida tienda sueca) que en el antiguo piso tenía arrinconada en el balcón y ya que aún quedaba pintura le di unas manitas, adapté una caja de plástico con un par de listones de madera para añadirle un cajón para almacenar y con unos vinilos de una tienda de artículos de hogar le di el toque final para conseguir una mesilla de noche nueva.


Con poco dinero, sin mucho esfuerzo y tan sólo un poco de imaginación ponemos en circulación algo abandonado a su suerte que ahora cumple su función original ocupando un espacio destacado en el dormitorio de mi hija e integrado con la decoración actual.

Mesa de noche