martes, 23 de diciembre de 2014

Trabajo en equipo

Desde no hace mucho tiempo desarrollo mi actividad en un taller de restauración al que me apunté allá por el mes de septiembre, cuando mi hija comenzó el curso, con el objetivo de aprender técnicas nuevas y pulir las ya conocidas. Ya os contaré más en profundidad en una entrada futura la nueva etapa en la que me encuentro inmerso, y lo que en un principio consistía en recibir una clase semanal se convirtió en una actividad de colaboración diaria en la realización de trabajos de restauración y transformación de muebles y objetos.

Estando en el taller - en las clases cada uno decide que quiere aprender y sobre que quiere trabajar con la ayuda y supervisión de la profesora - veía como algunas de las compañeras realizaban manualidades utilizando láminas y servilletas de papel para crear y adornar diferentes objetos como cajas de madera, perchas, latas o platos de cristal. Esto, y el hecho de que un día la profesora trajo, entre otras, unas imágenes de caballos, me dio una idea que fui rumiando durante unos días.

Tengo una amiga propietaria de una tienda hípica - este es el enlace www.lacoz.es para visitarla -, donde podéis encontrar todo lo habido y por haber del mundo del caballo, o casi todo ya que le faltaba algo mío. ¿Por qué no?, me dije. Podría probar llevando pequeñas manualidades para ver si tenían salida y podían ser una fuente de trabajo, eso si, lógicamente tenían que ser objetos con temática hípica.

Visto lo que hacían las compañeras del taller, y con la ayuda de la profesora, me puse a trabajar en ello e hicimos un colgador que fotografié para enviar una imagen - que sería de nosotros sin la tecnología - a mi amiga que se mostró dispuesta a aceptar mi reto, espero que por tener algunas cosas originales a la venta en su tienda y no sólo por echarme una mano.

Tenía unas cuantas ideas en mente como hacer unos colgadores para llaves , cajitas para guardar pequeños objetos,... así que al día siguiente, tras recoger a mi hija en el colegio, me fui a un bazar y compré algunas cosas que necesitaba y de las que no disponía en el taller. También compré una caja de rotuladores y unas pegatinas pero esto sólo fue el oportuno soborno a mi hija por acompañarme a la compra - los que sois padres ya me entendéis -. 

Fue un trabajo de dos mañanas, realizado en los tiempos muertos mientras restaurábamos unas sillas - próxima entrada -. Primero cogí las cajas y las tinté, les adherí unas láminas y las dejé secando. Por otro lado cortar, pintar y pegar las láminas a unas tablas que se convertirían en colgadores, lo cual y para ser sinceros debo reconocer que hizo mi profesora en su mayor parte mientras yo me peleaba con las sillas. Luego nos pusimos a completarlos, uno con unas cucharillas como ganchos - la idea me la dio otra conocida que da clases de manualidades - otros con alcayatas y cáncamos, y otro con una tira de cuero a modo de colgador de gafas. Al día siguiente sólo faltaba rematar los trabajos: barnizar, forrar las cajas por dentro con tela aterciopelada y con la participación de otros espontáneos del taller colocamos unos ganchos a las tablas para poder colgarlas en la pared.

Este es el resultado de este verdadero trabajo en equipo, y nunca mejor dicho por el buen rollo que se respiraba mientras realizábamos las tareas.

Cajas Portaobjetos
Perchero y porta-gafas




















Colgadores de llaves
Esa misma tarde llevé todo el material a la tienda donde mi amiga quedó sorprendida cuando le expliqué la sencilla técnica utilizada para su confección, pero sobre todo por la posibilidad que le ofrecí de personalizar objetos para aquellos Clientes que estuviesen interesados y quisieran algún objeto con una imagen exclusiva.

No tengo grandes pretensiones al respecto pero al menos este trabajo me sirvió para practicar técnicas con láminas y para pasar un par de mañanas de divertido trabajo comunitario. Que tenga éxito o no en esta iniciativa es algo que el tiempo dirá. Habrá que ver que tal funciona la idea y si puede convertirse en una posible vía de negocio futura. Lo importante, como siempre, es seguir intentándolo.

sábado, 13 de diciembre de 2014

La Caja de Pandora

Esta caja es un recuerdo de familia de una amiga que como sabía que yo me dedicó a restaurar muebles y objetos - entre otras cosas - un día me la trajo a ver si se podía hacer algo con ella y devolverle un poco del lustre perdido por el paso de los años.

Estado Original







Se trataba de una caja de madera, imitando la forma de un libro, que tenía una lámina de El Greco en la portada que hacía la función de tapa. En general, la caja no estaba tan mal, nada que no tuviera arreglo con un poco de trabajo, lo que si es cierto es que la lámina se encontraba en un estado bastante lamentable. Tenía algunos desgarros y manchas de humedad, a parte del desgaste sufrido por la simple manipulación, ya que no tenía ningún barniz protector.

Comenzé a reparar la lámina intentando imitar el color original para cubrir los desperfectos pero como la imagen me parecía un tanto tétrica dejé volar mi imaginación - y el pincel - maquillando a la Madonna de El Greco como si fuera Alaska en su mas recordada etapa ochentera - soy otro nostálgico de la Bola de Cristal -, lo que incluía sombra de ojos naranja y labios violetas.


Iniciada restauración de pintura
Pero estando a medias con este proceso de cambio radical - a lo más puro reality show -, un día que la propietaria pasó por casa la vio y por la cara que puso, aunque no dijo nada, no parecía que le hubiera causado una buena impresión mi visión particular del trabajo, lo cual capté perfectamente. Entendí que al tratarse de un legado de familia y por tanto de un recuerdo,  lo que procedía era respetar el valor sentimental de éste y por tanto la imagen original. Aquí metí la pata, pero como de sabios es rectificar, aparqué mi vena artística y me centré en realizar un trabajo de restauración propiamente dicho, que es lo que requería la ocasión

Borrón y cuenta nueva, y nunca mejor dicho por que lo que hice a continuación fue eliminar totalmente la lámina y comenzar el trabajo de cero.


Empezando de cero
Lo primero, como siempre - y no me canso de repetirlo, pero si de hacerlo - fue lijar para continuar reparando algunos pequeños desperfectos con masilla y darle tinte para recuperar el color. El interior lo mejoré, al menos desde el punto de vista funcional, y para que se mantuviera intacto pegando una tela aterciopelada, que no suponía una importante modificación del original y si una mejora práctica. Después había que arreglar la lámina, pero ya estaba tan retocada que lo mejor era cambiarla completamente. Conseguí una nueva igual a la precedente y tras adherirla a la tapa se procedió a darle un tratamiento de envejecimiento para que la apariencia fuera similar. A continuación coloqué unas tachuelas en los vértices de la tapa - estaban perdidos la mitad de los originales- e inserté la chapa con la leyenda de El Greco tras pulirla y devolverle el brillo antes de envejecerla también. Por último, aplicar barniz protector y listo.

Interior finalizado
Detalle estado interior












El resultado final fue el que os muestro a continuación, del cual la Clienta quedó muy satisfecha, no se si realmente por el resultado en si - espero que así sea - o por que no le había devuelto una versión ochentera de su recuerdo familiar. Lo cierto es que a mi me sirvió para darme cuenta que hay que tener respeto con los recuerdos de los demás y saber valorar los sentimientos que pueden albergar ya que lo que se valora en estos casos es mantener la procedencia.

Resultado Final


sábado, 6 de diciembre de 2014

Trono Vintage

Este sillón forma parte de un conjunto con otras dos sillas sin reposa brazos, y proceden del antiguo trabajo de mi mujer. Con motivo de la mudanza de oficina que realizaron el año pasado y la consiguiente renovación de mobiliario, hubo una serie de elementos que sobraban en las nuevas instalaciones por lo que se les ofreció a los empleados la posibilidad de llevarse lo que les interesara antes de que fueran a parar al vertedero.

Al hacer el reparto, mientras el resto de los compañeros de trabajo se decantó por modernas sillas de oficina, cajoneras y mesas más prácticas, mi mujer, conociéndome a mi y mis inquietudes, se hizo con el conjunto de sillas antiguas que habían pertenecido a un antiguo jefe, y que a mi parecer eran las piezas más valiosas.

Estado Original
Las sillas tenían apariencia austera pero eran de buena calidad y tenían posibilidades, sólo había que buscarlas, así que pasaron a ocupar su lugar en la cueva, en la cola de muebles a la espera de transformación.

Como tenía claro desde el principio que las iba a pintar y a cambiar la tapicería, el primer paso fue retirar la existente, lo cual fue un trabajo de chinos. Lo primero fue arrancar las tachuelas del perímetro que escondían grapas que sujetaban el cuero, después mas grapas que mantenían la goma espuma interior, mas tarde la nueva ristra de grapas que sujetaban las rejillas de soporte. Como recordatorio de todo esto me quedó codo de tenista que desde entonces, hace ya casi un año, me dejó fuera de los partidos de padel de los miércoles - ya sabéis, deporte de cuarentones, excusa para reunirse y tomar una cerveza con los amigos-.
En proceso

El trabajo lo fui haciendo de manera intermitente ya que cada vez que me ponía manos a la obra me resentía de la lesión y tenía que aparcar esta tarea para dedicarme a otras que no requirieran ese esfuerzo al codo hasta recuperarme y continuar. No exagero si os digo que entre tachuelas y grapas retiré no menos de trescientos elementos, de ahí que las otras dos sillas aún estén pendientes - una sin tocar y la otra a la mitad  -. Esta era para casa, las otras irán destinadas a la venta.

Tras el verano, al terminar el mueble de costura - al que ya dedique una entrada anterior - había que complementarlo con una silla adecuada y que mejor que ésta que estaba a medio hacer ya.

Tras retirar la tapicería - por fin - se lijó, se reparó uno de los brazos que estaba dañado y despegado y después, tras decidir que la madera del respaldo iba a estar a la vista y no oculta como lo estaba originalmente, hubo que reparar todos los desperfectos provocados por los miles de millones - no me gusta exagerar - de grapas y tachuelas retirados, por tanto, se aplicó pasta y lijó en un proceso lento y tedioso que requirió varios repasos. Hecho ésto se pintó con esmalte acrílico, del mismo azul turquesa que el mueble al que iba a acompañar.

Lista para el tapizado

Paralelamente a este proceso fuimos buscando el material para el tapizado. La tela, tras vueltas y vueltas por diferentes tiendas sin nada que realmente nos llamara la atención, bueno, miento, hubo una que me gustó pero a ciento ochenta euros el metro - si, habéis leído bien, no es una errata - pero lógicamente tuvimos que decantarnos por otra opción más económica. Tras una noche viendo fotos de las muestras que habíamos ido sacando de las más interesantes tomamos una decisión, pero cuando fuimos a comprarla, y viendo las muestras al natural cambiamos la elección.

La búsqueda del galón para el remate también tuvo su historia. Recorrimos varias tiendas viendo prácticamente lo mismo en todas así que finalmente nos decidimos por uno en color rojo bastante tradicional, el más coherente dentro de lo que habíamos visto. Ya le habíamos entregado al tapicero todo el material para que hiciera su trabajo cuando unos días más tarde, por casualidad entramos en una tienda - esto es como cuando sigues buscando algo que ya has comprado para ver si lo encuentras más barato, puro masoquismo - y encontramos gran variedad de galones, y muchos eran más interesantes que lo que habíamos visto hasta entonces. Compramos uno que nos gustó, así que al día siguiente, rezando para que al tapicero no le hubiera dado por saltarse todas las costumbres y hubiera hecho el trabajo en una semana, llamé al tapicero - que afortunadamente cumplía con el cliché y no había ni empezado - y quedé con él para entregárselo. Finalmente tras otra semana de espera nos devolvió la silla finalizada.

La verdad, y viendo como quedó, todo el trabajo y quebraderos de cabeza merecieron la pena, tanto la dueña - mi mujer - como yo quedamos encantados con el resultado final que os muestro a continuación.

Resultado final
PD: desde enero no juego al padel, y aún quedan unos cuantos cientos de grapas y tachuelas por quitar de las otras dos sillas. Creo que me conformaré con tomar cervezas con los amigos y cambiar de deporte por que tengo otro trabajo pendiente de cuatro sillas igualitas, y esta vez me pagan por lo que no valen excusas.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Mesas de insomnio

En los alrededores de casa tenemos contenedores de basura orgánica y de vidrio, pero los de envases y papel están a la entrada de la urbanización así que cuando hay suficiente acumulado cargamos todas las bolsas en el coche y en cualquier viaje aprovechamos de camino para deshacernos de la mercancía. No es raro encontrar algunos objetos deshechados por fuera de los contenedores como electrodomésticos o algún que otro mueble (parece que no todo el mundo se molesta en ir al punto limpio), aunque si dejaran más cosas interesantes - la mayoría no lo son - no me importaría tanto. Es por ello que este es un lugar donde ya he recogido algún que otro objeto que esperaba su oportunidad.

En esta ocasión, al ir a tirar la basura encontré dos mesas de noche y un armario desmontado. La verdad es que los muebles era de una calidad nefasta, del armario no servían ni los tableros pero las mesillas, aunque con un acabado clásico horrible, digno del Castillo de Vlad el Empalador, tenían alguna posibilidad así que me dije que si a la vuelta de donde iba aún seguían ahí, es que eran para mi. A la vuelta allí estaban mirándome con pena así que sin dudarlo, al maletero.

Estado cuasi-original






















Aquí tenéis una imagen del inicio del trabajo de lijado - realmente fue darle a la espátula para arrancar la chapilla exterior imitación de madera noble -. Os ahorro la horrible visión de las filigranas que adornaban el frontal de los cajones.

Tenía claro que quería forrarlas con papel adhesivo ya que pintarlas, por el acabado del aglomerado sería demasiado trabajo, pero no tenía tan claro el estilo así que una tarde me fui a la aventura y compré un papel con motivos florales bastante fino. Había visto otro que me llamó más la atención, pero no me decidí por que me pareció atrevido, aunque me quedé con las ganas. Al volver a casa se lo comenté a mi mujer y me dió el empujoncito que necesitaba para decidirme, así que al día siguiente volví a la tienda y cambié el papel por el que realmente me gustaba. Así que... manos a la obra.

Una vez totalmente peladas y arrancados los faldones inferiores que estaban en mal estado - eran de cartón aglomerado -  lo siguiente fue pintar la estructura y a continuación forrar con el papel adhesivo los laterales y frentes de los cajones para darle el toque vintage.   Por último, coloqué unas varillas en la parte inferior para sustituír las piezas retiradas, unos tacos de goma - topes para puertas - a modo de patas, nuevos tiradores y listo.

La verdad es que quedaron bastante aparentes y originales, lo único que no me gustaba era el acabado de la parte superior y sus bordes. El trabajo lo había realizado relativamente rápido, un par de mañanas para el lijado otra para pintar y otra para colocar el papel adhesivo, lo que nunca pensé es que tardaría tanto en rematarlas. Empezaba el calvario...

En proceso de lijado
Como no sabía muy bien como hacerlo me las llevé a las clases de restauración a ver si la profesora me iluminaba. Pulí algunos desperfectos aplicando tinte a las manchas del interior de los cajones y rematé los añadidos de la parte inferior, pero lo que realmente costó fue arreglar la parte superior.

Primero tuve que quitar la pintura, lo cual me sirvió de práctica ya que apliqué todos los métodos habidos y por haber empezando por el decapante y la lija, pasando por raspar con cristal y verguilla y por último con una pistola de calor. Finalmente salió todo, con músculo y paciencia pero la pesadilla no había hecho más que empezar... no os voy a aburrir pero puedo aseguraros que el que si se aburrió fui yo, de lijar y pintar una y otra vez. Lógicamente cada vez que pintaba había que esperar a que se secara para lijar en fino nuevamente y corregir imperfecciones, volver a pintar... así una y otra vez, multiplicado por dos (dos mesillas). El borde lo hice seis o siete veces. Al final acabé hasta el gorro, de hecho estuvieron aparcadas en un rincón del taller más de un mes hasta que me decidí a terminarlas de una vez. Esto ya era una cuestión personal, o ellas o yo.

Ahora cuando las miro me siento orgulloso, por que echando la vista atrás recuerdo las horas que pasé trabajando en ellas y el tiempo que me llevó hacerlas. Aquí os muestro como quedaron finalmente, espero que os gusten, a mi me encantan - al final les cogí cariño - .

Resultado final
PD: el hecho de que me gusten no significa que me las vaya a quedar, en casa no tienen cabida, o si... todavía me lo estoy pensando. Pero en principio están destinadas para la venta, inicio de lo que espero sea una exitosa carrera en el mundo del diseño y reciclaje. Lo que aún no he pensado en cual será el precio, por que sólo en quebraderos de cabeza...