jueves, 20 de noviembre de 2014

Plan B

Un día de visita por la tienda sueca, en la parada habitual en la sección de oportunidades - mi favorita -, donde no dejo de acudir con ilusión, aunque en la mayoría de las ocasiones no encuentro nada que merezca la pena, me tropecé con un toallero al que ya le había echado el ojo anteriormente, y nunca mejor dicho por que era ese mismo el que habían retirado de la exposición - perece que sin mucho exito por que ya no venden el producto - y ahora se encontraba allí esperando su segunda oportunidad como saldo. Al verlo en exposición no me terminaba de convencer, sobre todo por los cincuenta euros que costaba, pero en la sección de oportunidades y a veintiun euros resultaba bastante convincente.

Hacía tiempo que tenía varias ideas rondando por la cabeza sobre diferentes soluciones para colocar las toalla en el baño de nuestro dormitorio y una de ellas era poner una escalera. No era esto que compré exactamente en lo que había pensado pero parecía una opción bastante razonable (y barata) y además, ya estaba cansado del triste gabán que cumplía esa función.

El dilema se planteó por que también estaba pensando en despejar un poco el armario de la planta baja donde tenemos los abrigos y demás objetos de diario. Quería buscar algo más accesible y que no hiciera mucho bulto para tener más a mano las pequeñas cosas de uso cotidiano como cartera, llaves y bolsos, sacándolas del armario y teniéndolas más a la vista y junto a la puerta de entrada a casa - el armario está a mitad del pasillo -.

Pensando en ello durante el camino de vuelta, y ya que no me terminaba de convencer como toallero para el baño - tenía un par de ideas mas glamurosas para esto último - opté por el plan B, colgador para la entrada.

Sólo me faltaba pulir los detalles y como pienso mejor cuando trabajo, en cuanto llegué a casa me puse manos a la obra y lo atornillé a la pared. Hecho esto comencé a experimentar diferentes complementos para hacerlo más funcional. Cogí unos ganchos de plástico que tenía en una barra de la cocina y los probé como colgadores. Quedaban perfectos para las llaves pero no servían para los bolsos, cedían por el peso. En ese momento recordé haber visto unos metálicos en la sección de cocinas que serían más apropiados. Probé también unas cubetas de plástico que tengo en una barra del escritorio conteniendo lápices y bolígrafos y me gustó la idea como contenedores de objetos pequeños. Por último pensé que vendría bien tener al menos una balda así que aproveché y corté una vieja que tenía de antes de la mudanza y la forré con papel adhesivo que me había sobrado de otro trabajito, que al ser blanco y negro imitando piel de cebra, quedaba totalmente integrado en la estructura del mueble.

Con la idea en la cabeza volví a la tienda sueca, pero esta vez a tiro hecho. Ganchos de plástico, otros metálicos y cubetas, todo ello por el módico precio de cuatro euros. Menos mal que la tienda está a menos de diez minutos de casa por que si no me habría salido más cara la gasolina que la compra.

Ahora sólo era cuestión de buscar el lugar apropiado para cada cosa: gafas de sol arriba, cartera, monedas y objetos pequeños en las cubetas, resto en la balda, llaves en los ganchos de plástico, bolsos en los ganchos metálicos de los laterales y paraguas abajo, todo ordenado y a la vista. Supongo que por la edad uno se vuelve maniático o despistado, pero llega un momento en el que o dejas las cosas en un sitio concreto o nunca encuentras nada - que le pregunten a mi mujer si no cuantas veces le pergunto por cosas que he ido dejando en lugares fuera de su sitio -. Si me habéis entendido - seguro que ellas si - es que ya teneis cierta edad, si no, ya os acordareis de esto cuando llegueis. En definitiva, los veinticinco euros que me gasté compensan con creces el tiempo ahorrado en buscar las cosas ya que está todo a mano, una pequeña inversión muy rentable. Os muestro como quedó finalmente.

Detalle accesorios
Resultado Final


Por cierto, el triste gabán sigue haciendo su función de toallero en el baño... pero ya estoy trabajando en un nuevo proyecto para sustituírlo, lo que os mostraré en una próxima entrada - si es que lo acabo algún día-.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Revistero Gaseoso

Hace ya varios años, mientras ayudaba en la limpieza de la casa de un familiar, encontré entre montañas de objetos abandonados en un trastero destinados al contenedor una caja de madera que no tenía nada de particular, a parte de su estado lamentable. No se por que pero fue lo único que rescaté, a parte de unos libros - no puedo evitarlo, son mi debilidad -, y no por que no hubiera nada interesante sino por que no tenía donde meterlas y para que vamos a engañarnos, tampoco tenía pensado que fuera a dedicarme a ésto.

Después de la primera restauración
En su día, la restauré con un buen lijado, tinte para oscurecerla un poco y barniz para protegerla, manteniendo prácticamente el estado original en el que la encontré, la verdad es que tampoco es que me esmerara mucho. Se convirtió entonces en un revistero a juego con los muebles mejicanos que poblaban mi salón por aquellos días (si yo también pasé por esa época, nadie es perfecto).

Así se mantuvo unos cuantos años en una esquina del salón, junto al sofá, siendo paso de tránsito de periódicos y revistas en su camino del kiosko al cubo de papel. Sobrevivían en el fondo unas revistas de National Geographic inacabadas, de las que guardas para terminar de leer algún día aunque en el fondo sabes que nunca lo harás, y que finalmente regalé (después de tanto tiempo hasta les había cogido cariño y les busqué acomodo, no fui capaz de tirarlas).

Cuando me mudé a la nueva casa ya no había lugar adecuado en el salón (adiós a los muebles mejicanos) así que el revistero quedó relegado a un oscuro rincón de la cueva, como contenedor de botes de pintura, pero cuando comencé a asistir a clases de restauración fue el primer objeto en el que pensé en llevar para darle una nueva oportunidad - en el fondo le tenía aprecio -.

Cajas de sifón
Al llegar a clase, lo primero que descubrí es que se trataba de una caja de sifones, lo cual confirmé consultando en internet. Recordaba de mi infancia las botellas en los bares, pero no guardo recuerdos de este tipo de cajas - no soy tan viejo - así que eso me hizo dudar de lo que tenía pensado hacer con la caja, por lo que me puse a trabajar con ella sin tenerlo del todo claro.

Lo primero como siempre, lijar, luego tapé las heridas de carcoma recuerdo de la vida anterior a su llegada a mis manos, ya que no lo había hecho con anterioridad. A modo de práctica en las clases, como estaban haciendo manualidades de empapelado de muebles me decidí por forrar el interior, y nada mejor como motivo alusivo a su uso que hacerlo con papel de periódico, aunque bien es cierto que ya no acumulamos papel como antes - bienvenidos al mundo digital -.

Después pensé en darle un color, estaba aburrido de verla así, necesitaba un cambio. ¿Que tal el rosa?

Pintado de rosa

No terminaba de convencerme el resultado final, difería demasiado el aspecto viejuno del interior forrado con periódicos con el reluciente exterior así que, siguiendo el consejo de la profesora, y para practicar nuevas técnicas lo envejecí minimizando de ese modo el contraste entre interior y exterior.

¿Acabado?, no del todo, ya me lo había llevado a casa pero tenía la sensación de que aún faltaba algo. Después de haber visto en internet cajas de sifón, en muchas de ellas aparecía la marca comercial así que pensé en ponerle alguna denominación, recuerdo de su pasado. Con una plantilla de letras de mi hija y la ayuda de un clavo repujé las letras en un lateral para a continuación pintar el reundido y terminar dándole aspecto envejecido para que no desentonara con el conjunto. Por último una capa de barniz protector, unas pequeñas ruedas en la parte inferior para facilitar la movilidad sin rayar el parqué y listo, ya tengo un estupendo revistero de Gaseosas El Rayo.
 
Detalle del Interior
Aspecto final

jueves, 13 de noviembre de 2014

Lampara 10,45

El título no es por que sea la hora en la que se hizo o el número de la versión de la lámpara, es lo que me costó en euros hacerla. Por si no queda claro, esto no es una restauración o segunda oportunidad, se trata de un objeto que ha sido fabricado, al menos en parte, con componentes expresamente comprados para ello, aunque dándoles una utilidad distinta a la origina para la que fueron creados.

Un día que fuimos a buscar unos utensilios de cocina a la famosa tienda sueca, mientras hacíamos la ruta mínima obligatoria (todos los que habéis ido ya sabéis a que me refiero), - que no os voy a engañar, de vez en cuando me gusta ya que me sirve para generar mi propio brainstorming sobre las diferentes posibilidades de muebles y objetos de decoración de la exposición -) mi mujer me hizo un comentario inocente de lo curioso que estaría ese botellero, por su diseño, para hacer unos apliques para la escalera (sutil indirecta tras dos años con unas bombillas peladas) que reconozco que fue el chispazo de la idea.
Botellero Original

Dicho y hecho, cogí uno del estante y lo metí en la bolsa. El resto del trayecto hasta la caja iba pensando que hacer con él, me gustaba la idea, y si al final no se me ocurría nada o me arrepentía siempre había tiempo de dejarlo.

Pero si, se me ocurrió algo. Recordé unas portadas de plástico traslúcidas que guardaba para encuadernar y que podían servir para cubrir los huecos destinados a contener las botellas a modo de tulipa, idea suficiente para llevarme el botellero y seguir desarrollando la idea. Ya pensaría en solucionar el resto de cuestiones.

Ya que estamos, y en relación a la famosa tienda sueca, no quiero dármelas de way diciendo que no voy a grandes superficies y ese tipo de cosas, pero si es cierto que trato de evitarlas. Tengo por norma intentar conseguir los materiales que necesito en los pequeños comercios locales ya que prefiero que el beneficio quede en casa y no vaya a parar a esos hombres gordos con frac y chistera de las grandes corporaciones (me vienen a la mente las viñetas de El Roto - genial autor-). Al menos eso quiero pensar, aunque tampoco hay que dejarse timar, que también hay cada pequeño comerciante que no desmerece al mayor mafioso, afortunadamente los menos, pero en muchas ocasiones por la diferencia de precio (hasta puede que más barato si sabes donde ir) no merece la pena meterse en la vorágine de un centro comercial.

Dicho esto, sin ánimo de ofender a nadie - cada cual es libre de hacer lo que quiere con su dinero - , continuo. A la salida, y de vuelta a casa, paré en dos ferreterías. En la primera no encontré lo que buscaba (es a veces el problema del pequeño comercio, no todo es de color rosa) y en el segunda, si bien no era exactamente lo que tenía en mente, compré dos portalámparas (1,75€ c/u mas los 6,95 del botellero hacen 10,45, de ahí el título de esta entrada). Ya sólo faltaba pensar en como ponerlos.

Al día siguiente en casa, en una escapada mañanera a la cueva (cuarto de herramientas) corté un trozo de tabla para darle la forma de la sección transversal del botellero y lo pinté de blanco (esto último realmente innecesario ya que no se iba a ver) y por la tarde, cuando ya estaba seco fue cuestión de atornillar los portalámparas, uno a cada lado, colocar el cableado conectando ambos a una regleta, y ésta al cable de corriente, colgar en la pared, deslizar las fundas de plástico y lista, lámpara iluminando la escalera.

Colocada y Conectada
Estado Final




















Conseguí que las bombillas coincidiera con los aros metálicos transversales de manera que se evita el deslumbramiento del núcleo de la bombilla, que puede ser desagradable si se mira directamente a la luz. La verdad es que quedó mejor de lo que esperaba, así que en breve tendré que hacer otra visita a la tienda nórdica para comprar otro botellero para el tramo superior de la escalera, y de paso idear algún otro artilugio.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Armario de Costura

Un día que llevaba a mi hija a clases de inglés le eché el ojo a un mueble abandonado en una cuneta (literal), así que a la vuelta paré el coche a un lado, abatí los sillones de atrás y para casa. El mueble no es que fuera de calidad, aglomerado recubierto con chapa imitando madera, y lo habían pintado de negro bastante chapuceramente. Le faltaba algún pomo, y los que quedaban estaban rayados en su mayoría. Tenía un buen bocado en una esquina del tablero inferior que se había llevado una de las patas cuadradas de hierro (no había por donde cogerlas) y la puerta abatible había sido arrancada aunque estaba completa, pero todo ello recuperable con trabajo.

Estado original sin cajones
Después de pasar el verano dando tumbos por casa, en el comedor de pie, acostado, en la terraza... había que pensar en que hacer con él. Recordando un mueble visto en una de tantas páginas webs decidimos (mi mujer y yo) adecuarlo para la costura utilizando la puerta abatible, una vez abierta, a modo de mesa, al estilo de los antiguos burós, colocando la máquina de coser en el interior, fuera de la vista y el material de costura en los cajones inferiores.

Dándole vueltas al posible acabado, un día que paseando vimos en el escaparate de una tienda una silla pintada de azul turquesa. Le gustó tanto a mi mujer que no dudo en entrar a la caza del color. Puede ser tan persuasiva (que me lo digan a mi) que consiguió el bote de pintura con el que había sido pintada y lo llevó a una ferretería cercana donde le hicieron un color idéntico.

Ya no tenía excusa para empezar. Hubo que darle duro con la lijadora ya que la pintura estaba en bastante mal estado y había que eliminarla completamente. Desmontar, tapar agujeros, reparar rayones, cambiar el tablero inferior, buscar unas varillas para cambiar las guías de los cajones que estaban deshechas (al final me las hizo un vecino en su carpintería), colocar una bisagra nueva, pintar, pegar papel pintado, forrar el fondo de los cajones, barnizar y...

Nos quedamos estancados, no teníamos claro como rematarlo. Yo tenía una idea pero a la dueña del mueble no le convenció. Buscando y rebuscando conseguimos unas patas bastante aparentes en un tono plateado que le daba un toque diferente y finalmente me decidí por rescatar los pomos reparándolos y pintándolos del color de las patas. Como no había suficientes, en la puerta abatible coloqué unos distintos aunque pintados del mismo color.

Aspecto final

Para mi, el color es lo más atractivo del mueble, fue todo un acierto la elección (de mi mujer) y si bien se me ocurrieron varias ideas de decoración, como  pintar los cajones de diferentes colores, como a mi mujer le gustaba de esta manera, y realmente era para ella, así se quedó. Siempre habrá tiempo de darle otro cambio de apariencia, cuando le llegue su tercera o cuarta oportunidad...
Puerta Abierta
Detalle interior cajón