viernes, 27 de febrero de 2015

Ikeando

Un día me llamaron unos amigos para pedirme que les tuneara un mueble que tenían en casa. Se acababan de mudar, y como muchos de los que cambian de casa - me incluyo -, al principio hay que apañarse con lo que hay, para poco a poco ir completando el mobiliario y decoración del nuevo hogar.

Se trataba de un aparador rústico que tenían en el comedor provisionalmente, que no pegaba ni con cola con la nueva decoración, de estilo mucho más moderno. Como estaban esperando uno nuevo más a tono, para seguir aprovechando éste, querían hacerle un lavado de cara para que les encajara en la cocina.

En un principio me pareció buena idea - lo de reciclar y aprovechar es lo mío - pero cuando comenzaron a plantearme sus requisitos se empezó a oscurecer el horizonte.

Mueble en tres puertas similar al cuerpo del delito
Se trataba de un aparador de cuatro puertas, del mismo estilo que el que se muestra en la foto, pero la cocina era blanca reluciente y de estilo mucho más actual, vamos que se parecían como un huevo a una castaña. Empecé a valorar en voz alta todo lo necesario; cortar la parte inferior y colocar unas patas para elevarlo, rodapiés a juego con la cocina, recortar los cantos redondeados de puertas, cajones y encimera para dejar líneas rectas, lacar en blanco brillante, cambiar tiradores, poner una encimera sobre el tablero superior exactamente igual a la de la cocina... "sinceramente - les dije - para intentar disfrazar este mueble, de más de dos metros de largo, y que encaje en la nueva cocina, os sale más a cuento comprar los propios módulos y ampliarla", ellos se ahorrarían un dinero, yo quebraderos de cabeza, y todos una enemistad asegurada.

Creo que captaron la idea y no se lo tomaron a mal, de hecho no me echaron de su casa y hasta me invitaron a un café. Conseguí que aceptaran que les hiciera un diseño sencillo, con elementos del mismo lugar donde habían comprado la cocina - si, es lo que estáis pensando, de la tienda sueca - y quedé en enviárselo.

Dicho y hecho, ya tenía una idea en mente así que por la noche estuve mirando en internet, en diferentes páginas del tipo ikea-hackers - podéis encontrar gran cantidad de ideas originales - para confirmar las posibilidades, comprobé en el catálogo on-line de la tienda que los elementos necesarios se ajustaban a las medidas requeridas, y les envié un correo con la propuesta.

Unos días más tarde me dieron el visto bueno así que ya sólo era cuestión de ir de compras y ponerse manos a la obra. Al final la cosa se dilató en el tiempo pero por fin se alinearon todos los astros y se dieron las condiciones necesarias para realizar el trabajo.

Realmente no fue nada complicado, ya sabéis como trabajan estos suecos, con una llave y un destornillador se monta todo. Lo más complicado fue cortar la encimera ya que requería una sierra especial para no astillar los bordes. La conseguí prestada. Luego sólo hubo que hacer un pequeño apaño para sacar un enchufe que quedaba inutilizado por el mueble y listo. Este es el resultado, nueva encimera, a juego con el resto, para aumentar la zona de trabajo, que era el principal problema de la cocina, añadiendo espacio de almacenamiento y todo a precio de gran superficie. Que más se puede pedir.

Mueble finalizado y listo para hacer café
P.D.: Creo que podéis entender comparando los dos muebles lo que habría costado tunear al primero, ¿Verdad?.
P.D.2: El otro mueble acabó en el cuarto de los tenderetes, junto a la barbacoa. Pienso que al final fue el mejor parado de todos, no se perderá ni una...



jueves, 19 de febrero de 2015

Dos tazas

No os ocurre a menudo que no has visto a alguien en mucho tiempo, y de pronto, en un corto espacio de tiempo, te lo encuentras varias veces seguidas. O como cuando por casa te cruzas cada dos por tres con algo, que el día que lo necesitas no encuentras y por supuesto, cuando ya no te hace falta por que has comprado otro vuelve a aparecer.

¿Os suena todo esto verdad?, y en el trabajo un tanto de lo mismo, ¿que no quieres caldo?..., pues toma dos tazas. Así son las casualidades y hay que cogerlas como vienen. Después de la lata que había dado la mesa anterior... cuatro más - por si no querías caldo -, aunque eso si, esta vez, afortunadamente mesas auxiliares de menor tamaño, por lo que en principio parecía menos trabajo - como casi siempre, las apariencias engañan -.

En proceso de lijado
En primer lugar tres mesas en escalera - como los Dalton -, como dirían por ahí, pequeñitas pero matonas por que tenían un acabado en blanco roto, rugoso y envejecido con unos bonitos detalles en color verde y pan de oro que fue toda una pesadilla retirar. 

Una mañana completa de músculo por pieza - no hay mal que por bien no venga, al menos se ahorra uno el gimnasio - rebañando anillos y recovecos con la lija manual. Después de ésto, el resto fue coser y cantar - al ritmo de AC DC para darle marcha al cuerpo -, pintado en blanco con un bonito acabado brillante y reluciente, al gusto del Cliente.

Resultado Final
La otra mesa no tenía nada que ver con las anteriores - afortunadamente -, era de las que a mi particularmente me gustan, ecléctica, de líneas rectas y con un acabado en apariencia de calidad. Una vez que te pones a desmontarla y a mirar los bajos fondos descubres que es todo fachada y no deja de ser aglomerado y metal recubierto de chapilla, pero la verdad es que era muy aparente y daba el pego total. La mesa debía tener mas de treinta años y su aspecto lo delataba. El tablero tenía bastantes marcas de golpes y rayones y una de las patas estaba a punto de desencajarse. Le habían hecho un apaño para alargarle la vida pero ya daba muestras de estar en las últimas.

Manos a la obra, primero desmontarla completamente en las diferentes secciones para trabajarlas de manera independiente. Comenzando con lo más sencillo, para empezar con ánimo, lijando las cuatro patas. Se reparó la chapuza que le habían hecho a la lesionada tapando las grietas y encolando, se cambiaron tornillos y tuercas y finalmente se barnizaron.

Seguidamente se arrancó la chapilla que recubría el eje central que estaba quebrada en algunas esquinas habiéndose desprendido parte de la misma. Se pulió el metal para quitar el óxido y se volvió a recubrir con nueva chapilla del mismo tono barnizándose para posteriormente pintar de negro el metal del soporte del tablero.

Estado tras quitar el recubrimiento
Soporte finalizado
A continuación, se lijó el tablero reparando arañazos y se remataron los cantos que estaban bastante dañados. Se restauró el color original con tinte y el brillo con barniz. Finalmente se montó nuevamente el conjunto y se ajustaron los elementos para darle el equilibrio perdido.

Resultado final


Y así quedó finalmente tras el lifting, lista para otros cuarenta años de vida. Me encantó esta mesa, me habría venido muy bien para nuestras partiditas nocturnas.

P.D.: después de estas entraron tres mesas más... pero eso será otra historia.