viernes, 18 de diciembre de 2015

Momentos escatológicos


Otra de mis aficiones - una más - es la lectura. Leo en cualquier momento y lugar, de manera un tanto caótica, habitualmente varios libros a la vez, y por rachas, lo mismo termino un libro en cuatro meses como cuatro en un mismo mes.

Aunque al principio me resistía a abandonar el romanticismo del papel, finalmente sucumbí a mi vena pragmática durante mi exilio en Barcelona - por motivos laborales - ante la incomodidad de cargar ladrillos de papel en el tren camino del trabajo todos los días y en el avión camino a casa los fines de semana. Lo cierto es que a día de hoy leo mayoritariamente en la tablet y en ocasiones - cada vez más - en el móvil, de hecho el último que adquirí fue con pantalla relativamente grande, precisamente con el objetivo de facilitar la lectura. Ya sé que es poco ortodoxo, pero también hay que reconocer que es un recurso muy socorrido, siempre lo tienes a mano - somos esclavos de este artilugio - y te permite aprovechar cualquier momento de espera o aburrimiento para evadirte con la lectura.

Como suelo leer en cualquier lugar, tengo libros regados por los puntos de lectura habituales. Si bien es cierto que el libro principal suele estar en la tablet y el móvil simultaneamente para poder acceder a él fácilmente en cualquier lugar, en la tablet cuando estoy en casa, y en el móvil cuando estoy en la calle, hay otros lugares habituales donde podéis encontrar libros a medias, como en la mesilla del dormitorio, aunque últimamente aquí también leo en la tablet - al no necesitar luz no molestas -. También podeis encontrarlos, como no, en el baño del sótano y en el aseo de la planta baja - seguro que algunos de vosotros también lo haceis -, Sancta Sanctórum de la casa en el que aún es posible - a veces - disfrutar de momentos de privacidad alejado de la vorágine doméstica, donde sólo caben lecturas ligeras y lugar en el que el papel aún prevalece sobre las nuevas tecnologías.


En este último rincón de lectura suelo leer comics, y si bien es cierto que tenía el lugar adecuado para guardarlos, sobre el armario de las medicinas, mi hija, que como todos los niños tiene la necesidad de imitar a sus mayores, se quejó de que no alcanzaba - ya sabéis, mantener los medicamentos fuera del alcance de los niños - por lo que tuve que buscar una solución a ese pequeño inconveniente doméstico.

Andaba ya varios días dándole vueltas a la cabeza a ver si me ocurría alguna solución, cuando trabajando en el taller con cajas de frutas - os remito a la entrada El Chino - me llegó la iluminación, ¿por que no utilizar una de estas cajas?.

Tipo de caja utilizado
Hacer un revistero no podía ser complicado, la idea era una sencilla estructura en forma de U sirviéndome de la propia caja. Había que buscar algo simple, práctico y rápido de hacer.

Desmonté una caja recuperando los laterales más cortos y los pinté por la cara interna del mismo color que el exterior, el cual retoqué ligeramente para tapar el exceso de texto y simplificar la apariencia. Uní estos dos laterales con una base hecha a partir de una tabla cortada a la medida y pintada del mismo color. A continuación, una vez barnizado todo, le añadí unas pequeñas ruedas que me habían sobrado de otro trabajo anterior y ya estaba listo.

No es que os quiera demostrar con esto un despliegue de técnica y oficio, sino todo lo contrario, mostraros lo fácil que es resolver una carencia con un poco de imaginación, ni siquiera trabajo, por que no llevó más de media hora, y lo más importante, como quien dice,... por dos duros.


Revistero a pleno rendimiento
P.D.: No quisiera desaprovechar la ocasión para rendir un homenaje a Ibáñez por tantos buenos momentos, sonrisas y carcajadas que me ha provocado a lo largo de más de 30 años, pero sobre todo, por que fue leyendo sus comics lo que despertó en mi el gusanillo por la lectura.