sábado, 20 de agosto de 2016

Viejas maletas, nuevos usos

Aprovechando que estamos en pleno verano, a cuenta de eso de las vacaciones, voy a enseñaros lo que se puede hacer con maletas que ya no están para más trotes. Os  mostraré trabajos realizados con maletas en estos últimos meses, y que mejor momento para hacerlo que éste, en el que todos andamos con las maletas a cuestas, y de paso, como estamos también de rebajas, hago un tres en uno y me voy poniendo un poco al día, aunque aún quedan muchas cosas atrasadas.

Maleta en estado original
Comenzaré por el maletín que podéis ver a la izquierda, una pequeña maleta de cartón, de procedencia desconocida, rescatada del olvido de un rincón del taller. Eva se empeño en que quería arreglarla para regalársela a mi hija en su cumpleaños, y eso hizo como os mostraré a continuación, por que lo cierto es que todo lo hizo ella - no seré yo quien se cuelgue las medallas por algo que ni toqué -.

El estado general era aceptable, el exterior no tenía desperfectos más allá de las rayaduras, desgaste, suciedad y óxido acumulado propio del abandono, y de los años, todo hay que decirlo, y el interior, salvo por las manchas amarillentas del papel que lo forraban tampoco tenía daños de consideración. El único desperfecto reseñable era el cierre que ya no cumplía su función.

Primero se limpió completamente toda las superficie de cartón, interior y exterior, y se quitó el óxido de los elementos metálicos. Seguídamente se pintó el exterior en  marrón tratando de recuperar, al menos en parte, el aspecto original y de negro los elementos metálicos.

Exterior finalizado
A la vista del austero aspecto, y dado que iba destinado a una niña, se le añadieron unos toques de color pintando los remaches y algunas costuras en rosa, el mismo rosa chicle que se utilizó para el interior, junto con unos toques de azul celeste.

Tras pintarlos con los mencionados colores, tanto el fondo de la maleta como el interior de la tapa se forraron con unas láminas de papel apropiadas para la ocasión y destino. Hecho ésto se barnizó totalmente para proteger las superficies quedando como se muestra a continuación.

Aspecto interior final

Como nos picó el gusanillo, recuperamos otra vieja maleta que había en el taller, esta de madera, con tantos años o más que la de cartón, en la cual ya había estado trabajando antes de Navidad.
Estado tras los primeros retoques
En su día ya había hecho gran parte del trabajo. Se lijó completamente, tanto exterior como interior, se pulió el metal de tirador, bisagras, cerradura y esquineras y se le aplicó un producto antioxidante sobre todos estos elementos metálicos. Se pintó de rojo aguado, dejando traslucir la madera del fondo en algunas zonas, y a continuación se barnizó.

Una vez terminado el exterior pasé a colocar las patas que convertirían a nuestra vieja maleta en una mesa auxiliar. Para ello había rebuscado entre los restos de materiales unas apropiadas, que según me comentó Eva, eran piezas sobrantes de una restauración de sillas que en su día había realizado para el Hotel Mencey. Las lijé, pinté de negro y barnicé, para que encajaran en el conjunto.

Exterior finalizado

Para unirlas a la maleta sin tener que agujerearla, y también con objeto de darle mayor resistencia y estabilidad, no confiando solamente en la delgada chapilla de la que estaba hecha la estructura, con dos simples tablas, lijadas, pintadas de negro y barnizadas previamente, confeccioné un soporte al que atornillé una pata en cada uno de los extremos, y que a continuación encolé a la base de la maleta.

Con ello estaba finalizado el mueble en sí, únicamente quedaba pendiente el acabado del interior pero con motivo de algún encargo, os recuerdo que esta maleta no lo era por lo que no tenía fecha de entrega, aparqué el proyecto. A ésto se unió el trabajo de la preparación del mercadillo de Navidad, algún que otro trabajito, y una cosa con la otra, así quedó unos cuantos meses en los que Eva no paraba de recordármelo - ¿cuando vas a terminar la maleta roja?.

Tenía pensado acabar el interior forrándolo de papel pero no encontré el momento ni la inspiración necesaria. En un par de ocasiones me puse a ello, y en una de ellas incluso llegué a imprimir unas láminas que finalmente utilicé para otro mueble por lo que la maleta siguió aparcada en un rincón, esperando una oportunidad.

Así quedó todo hasta que un día a Eva, tras acabar el maletín y a la vista de que yo no le hacía mucho caso - andaba liado con algún trabajo - ella misma se animó a rematar el trabajo con el objetivo de llevársela a su casa. Al final, después de tanto tiempo haciéndonos compañía en el taller parece que le cogió cariño y decidió acabarla para llevársela.

Tras seleccionar unas láminas a su gusto forró, con ayuda de Alfredo, el interior de la manera que podéis ver a continuación y tras un completo barnizado quedó lista para su nueva misión.
Maleta finalizada
Por último, y como no hay dos sin tres, tenemos una tercera maleta, ésta más moderna que las anteriores, calculo que de los años setenta, y que llevaba en el taller sólo un par de meses. En este caso si conocía la procedencia, se trababa de una maleta de mi mujer, recuerdo de familia, que había llevado al taller para limpiar - o eso le había dicho a ella - pero con la idea de hacer algo mas. Lo que no había tenido hasta entonces era tiempo para meterle mano - en el buen sentido de la expresión -, pero ya puestos en faena con tanta maleta otra más no importaba.

Interior finalizado
Cuando me puse manos a la obra, fue tan de repente que ni siquiera saqué fotos del aspecto original por lo que no puedo mostrarlo, aunque lo cierto es que se encontraba en bastante buen estado y apenas hubo que retocarla. El interior simplemente se limpió, y se colocó una tabla forrada con papel, elegido a juego con el interior, en la parte inferior con el fin de dar rigidez a la estructura y permitir fijar unas patas para, al igual que la maleta anterior, convertirla en una mesa auxiliar.

Las patas las había recuperado hacía ya un tiempo de un banco que encontré junto a un contenedor de basura y que había reservado para una ocasión como ésta.

Eran metálicas, por lo que se pulieron y pintaron de negro dejando en el dorado original los extremos que harían juego con el resto de elementos metálicos de la maleta que también eran de ese color. Seguidamente se atornillaron atravesando la parte inferior de la maleta a la madera interior. Se pulió el metal y si bien a los laterales tan sólo hubo que quitarle el polvo puesto que se encontraban en muy buen estado, tanto la superficie superior como inferior hubo de ser tintada, en este caso en negro, ya que se encontraban deterioradas por las rozaduras. Por último se le adhirió una cenefa de papel como decoración final quedando lista para su nuevo uso.

Aspecto final
P.D.: El maletín de mi hija a vuelto a viajar ya que se convirtió en miembro del taller de lectura que realiza mi mujer mensualmente, por lo que vuelve a salir de vez en cuando, aunque sea al Centro Ciudadano. La maleta roja aún espera en el taller la ocasión de ir a su nueva casa y la última ya forma parte de la decoración de mi casa. Viejas maletas, nuevos usos.

viernes, 5 de agosto de 2016

¿Tú que harías con este sillón?

Hace unas semanas, una posible Clienta contactó con nosotros para pedirnos nuestra opinión sobre lo que hacer con un viejo sillón que había recogido de la calle - yo también lo hago, y os sorprenderíais de lo que se encuentra en ocasiones - . Como es habitual en estos casos le pedimos que nos enviara una foto para poder hacernos una idea sobre lo que estábamos hablando y valorar los trabajos que podría requerir. Tras ver el estado en el que se encontraba, y teniendo en cuenta además, según nos informó, que tenía bastante carcoma en plena ebullición - si, esos bichitos inconvenientes que se comen la madera, y que probablemente fue el motivo por el que lo deshecharon-, llegamos a la conclusión de que no merecía la pena arreglarlo. Y no por que no se pudiera, al fin y al cabo todo tiene arreglo - menos la muerte, claro -, sino por que el coste que supondría no merecía la pena, salvo que fuera una pieza de especial valor sentimental o artístico - y evidentemente no era éste el caso -.

Viendo la ocasión, y recordando que teníamos en el almacén un sillón bastante parecido al que nos había mostrado, y sobre todo, en mucho mejor estado, le ofrecimos la posibilidad de customizarlo a su gusto por bastante menos de lo que le saldría arreglar el otro, pero finalmente no llegamos a un acuerdo - económico, se entiende -.

Como ya lo habíamos desempolvado para sacarle fotos y enviárselas a la posible Clienta, tras el fiasco, Eva aprovechó para colgar las fotos en el Facebook acompañadas de una inocente pregunta: "¿Tú que haríais con este sillón?", y lo cierto es que parece que el personal estaba bastante inspirado por que llegaron varias propuestas a las pocas horas.
Estado original

Al día siguiente, recibimos la llamada del marido de una de las seguidoras que había dejado su idea en el muro interesándose por el sillón, y ésta vez si que llegamos a un acuerdo para llevarla a cabo, y darle una sorpresa a su mujer regalándoselo.

La propuesta fue una de las más atrevidas, y lo cierto es que era una de las que más habíamos comentado de entre todas las que nos habían sugerido, por lo que nos gustó poder satisfacerla - y de paso ganar algo de dinero, todo hay que decirlo -.

Lo primero que hicimos fue retirar la tapicería original que se encontraba bastante deteriorada y tenía polvo hasta en las costuras. Después de ésto, como no, un buen lijado para hacer desaparecer el barniz antiguo y los restos de suciedad que se habían acumulado por el paso del tiempo, sobre todo entre el tallado de la parte superior del respaldo.


Se encoló la estructura, con especial atención a los reposabrazos y una de las patas que hubo que reforzar adicionalmente con un par de tornillos, quedando firme y resistente para soportar unos cuantos años más de batalla.

Una vez lista la estructura comenzamos con el color. Primero, con el fin de disimular rayaduras y permitir una mejor adherencia para la pintura especial del acabado final que íbamos a aplicar, le dimos una base de pintura roja bastante generosa. A continuación, la pintura especial dorada fabricada para la ocasión. Con dos manos fue suficiente ya que la habíamos preparado con tinte en polvo, lo que nos permitió darle la consistencia adecuada a nuestro gusto, lo que unido a la preparación previa nos dejó un acabado reluciente - ni el Rey Midas tenía una igual -.

Por último, aplicamos las correspondientes capas de barniz protector para mantener la durabilidad de la pintura, y con esto dimos por finalizado nuestro trabajo y se la entregamos al tapicero para que hiciera el suyo.

Aquí os muestro el resultado final, tal como quedó para entregar al Cliente, para que a su vez se la regalara a su mujer, al fin y a la postre autora de este, cuando menos, llamativo diseño.




Resultado Final