sábado, 18 de febrero de 2017

Los amigos de mis amigos...

Una tarde, hace ya unos meses, mi mujer paseaba por La Laguna con una amiga y decidieron pasar por la tienda de una amiga de la amiga de mi mujer - ya sabía yo que pasear lo que se dice pasear...- para recoger "algo". La tienda se dedica a la venta de objetos de decoración y por casualidad, mientras conversaban salió el tema de que yo me dedicaba al diseño y la restauración de muebles, por lo que la dueña de la tienda - la amiga de la amiga, para aclararnos -, comentó que tenía un amigo - el amigo de la amiga de la amiga de mi mujer, no nos vayamos a perder - que le había preguntado si conocía a alguien que pudiera arreglarle un par de muebles. Mi mujer, ni corta ni perezosa, se ofreció a ponernos en contacto para que, si aún tenía ese trabajo pendiente, ya que hacía por lo menos un mes que le habían preguntado, pudiera darle una solución.

Un par de días más tarde contacté con el amigo de la amiga... - ya sabéis, el posible Cliente -, y me confirmó que aún no había encontrado a nadie que le hiciera el trabajo así que le ofrecí la posibilidad de hacerlo para lo cual le pedí unas fotografías de los muebles a restaurar que rápidamente me envió a través de whatsapp. Tras un vistazo y una valoración le hice una propuesta, a falta de confirmar que no hubieran ningún tipo de sorpresa oculta no visible a través de las fotos. Tras llegar a un rápido acuerdo acordé con él en pasar a recoger los muebles y confirmarle el presupuesto inicial una vez comprobado que no existía nada más, tipo carcoma, daños estructurales graves o cualquier otra sorpresa, por otra parte bastante habituales en muebles con bastante uso como éstos.
Sillón en estado original
Comprobado y confirmado el presupuesto me llevé los muebles al taller para comenzar con el trabajo. Lo primero era un sillón de mimbre, que como podéis ver en la imagen de la izquierda tenía el asiento dañado, siendo esto lo único que había que reparar.

Según el Cliente se había deteriorado por desgaste, y aunque yo juraría que alguien "ayudó" subiéndose de pie sobre él - el agujero coincide perfectamente con una huella de pie, que casualidad, ¿no? - él insistió en que simplemente se había roto por el uso normal. No quise discutir, al fin y al cabo el motivo es lo de menos, para mi lo importante era que había que hacer un trabajo y me iban a pagar por él, la causa del destrozo carecía de importancia - aunque sigo pensando que alguien se subió en el sillón -.

Lo único que había que hacer era sustituir la rejilla del asiento. No tenía más desperfectos y el estado general era bastante aceptable, por tanto lo primero que hubo que hacer fue retirar la rejilla rota, limpiar y lijar el canalillo donde iba insertada. Con esto quedó todo listo para colocar una nueva rejilla que tuve que comprar, en una de las pocas tiendas que aún vende este material por metros. Tan sólo conozco un par de ellas donde se pueden conseguir - seguro que habrá más -, una en La Laguna y la otra en Santa Cruz, y como la primera me queda más cerca, a pesar de que es un poco más cara, por la diferencia de precio no merece la pena bajar hasta la otra, ya que si tenemos en cuenta la gasolina, y sobre todo la pérdida de tiempo que supone entrar en pleno centro de la ciudad y encontrar aparcamiento - por la zona donde está -, para la cantidad de mimbre de la que se trataba, no compensaba en absoluto el euro de más.
Nueva rejilla colocada

A continuación coloqué la rejilla, lo cual resulta relativamente fácil, aunque un poco delicado, ya que si no se tiene cuidado, se puede dañar en la operación llevando al traste todo el trabajo - con el consiguiente enfado, por no decir otra cosa -, teniendo que comenzar de nuevo, si con suerte se consigue salvar el material y es posible aprovechar la pieza de mimbre nuevamente. En caso contrario, si la rotura afecta a una zona interior, habrá que desecharla y colocar otra rejilla completamente nueva, reventando  de ese modo buena parte del beneficio del trabajo.

Finalizada con éxito la colocación, se tiñó con un tinte de color similar al del resto del sillón, y aproveché para corregir algunos desperfectos en el color del respaldo para dejar todo igualado quedando finalmente como se muestra a continuación.


Sillón Finalizado

El otro mueble era una camarera, un carrito de los que se solían utilizar antiguamente en las casas, generalmente para llevar el servicio a la mesa, aunque normalmente el uso que se le daba era el de almacenar y transportar las bebidas alcohólicas para las grandes ocasiones domésticas.
Camarera en estado original
En esta ocasión, el estado no podía calificarse como aceptable. La tenían colocada en el recibidor de la casa y la utilizaban como depósito de objetos donde dejaban los bártulos que entran y salen de casa habitualmente como llaves, cartera, bolso y demás.

Por el continuo trajín estaba bastante rayada y por lo que parece, en su día, se utilizó también para lo que realmente fue fabricada, transportar el servicio de comida o el café, y recuerdo probablemente de aquella época contaba con un buen par de quemaduras y profundos arañazos que hacían difícil poder aprovechar la chapilla de las bandejas. Pero sin duda, lo que peor se encontraba eran las ruedas con la goma del recubrimiento, en lo poco que aún quedaba, totalmente cuarteada y deshaciéndose por momentos.

Desmonté la mesa completamente para poder trabajar mejor con los diferentes elementos y comencé a lijar todas las piezas, que como podéis comprobar en la imagen de la izquierda - ¿alguien necesita que le diga cual es la que no está lijada? - 
estaban un tanto perjudicadas.

Los paneles que hacían la función de bandejas estaban tan estropeados que cualquier arreglo no iba a pasar desapercibido por lo que opté por el plan B, darles la vuelta y colocarlas por el reverso tras lijarlas e igualarlas bien. Lo cierto es que tenían un beteado bastante curioso y habría sido una pena no haberlo aprovechado.

Las ruedas, si que es verdad que no tenían solución.
Decidí deshacerme de ellas tras intentar un par de posibles remiendos, sin éxito - milagros a Santa Rita -. En este caso, muy a mi pesar, era más razonable buscar otras que intentar reparar las viejas, dado el estado en el que se encontraba el metal, pero sobre todo por la imposibilidad de encontrar recambios a las gomas tras buscar en unos cuantos lugares e idear algún que otro parche, pero nada funcionó decentemente, no podía garantizar que duraran más allá de unos pocos meses - o semanas, según el uso - por lo que la solución más razonable pasaba por cambiarlas.

Tras lijar y limpiar todo pinté de blanco las piezas de la estructura, que tras montar nuevamente volví a lijar, pero esta vez tan sólo un poco por los bordes y aristas para de ese modo darle un aspecto envejecido y desgastado, tal como el Cliente - o mejor dicho, su mujer - había pedido. Por último, tras el pertinente recubrimiento de barniz protector, quedó casi lista.

El casi es por que faltaban aún las ruedas, que si bien fueron relativamente fáciles de conseguir, su colocación no lo fue tanto. Entre todo lo que había disponible no encontré nada que me convenciera a primera vista, tan sólo me gustaron unas que tenían que ir encastradas en la propia pata, por las que finalmente me decidí. Su colocación daría más trabajo pero quedarían mejor que cualquier otra de las opciones posibles.

Para colocarlas primero tuve que insertar unos tubillones rellenando el hueco que habían dejado las anteriores para a continuación colocar un taco cilíndrico al que hubo que darle forma para poder encajar las nuevas ruedas. Tras lijar las bases de las patas para que encajaran correctamente las nuevas terminaciones empaté los tacos interiores de las ruedas con los tubillones de las patas y una vez hechos los ajustes necesarios para que la mesa no fuera inestable rellené con pasta los huecos de los empates. Finalmente envejecí las ruedas para que quedaran integradas en el conjunto sin destacar excesivamente - sobre todo por el brillo -, quedando finalmente como se muestra a continuación.

Camarera terminada

Creo que el cambio es evidente, y habría sido una pena no aprovechar las tablas de las bandejas, la verdad es que las betas tienen unas formas muy llamativas. Creo que los Clientes quedaron bastante satisfechos con el cambio y yo me alegro de haberle dado un nuevo aire a esa vieja camarera para mantenerse en uso unos cuantos años más.