sábado, 4 de junio de 2016

Restauración, pero de la otra (y III)

Retomando esta serie, y para acabar - sí, por fin, éste es el último capítulo, lo prometo -, aunque cronológicamente no fueron las últimas piezas que se hicieron, como se entregaron en diferentes plazos, las he dejado para el final, por guardar el hilo conductor.

Ya adelanté en la primera entrada de esta serie que uno de los encargos era realizar unos separadores que rompieran la sensación de vacío y linealidad del comedor interior, proporcionando mayor intimidad pero sin recargar demasiado el campo visual. Buscaba algo ligero y sutil para lo cual rescaté una vieja idea que en su día barajé para mi propia casa, y adaptándola al nuevo entorno desarrollé el proyecto a partir de ésta.

La idea consistía en fabricar unas mamparas partiendo de un marco, como si del bastidor de un lienzo se tratara, confeccionando una red irregular de cuerda en el interior, lo cual haría el efecto de dejar pasar la visión pero daría una cierta sensación de protección, como esa falsa intimidad que se crea en el interior del coche aunque realmente todo el mundo te puede ver a través de los cristales - ¿o vosotros no tenéis esa sensación? -.

Comencé construyendo un marco con tablones, de los que se utilizan para fabricación de palets, previamente lijados, cortados en ángulo de cuarenta y cinco grados y pintados. Sobre este marco exterior fijé otro interior de menor grosor, en el cual se insertaron unos cáncamos que servirían para tender la malla de cuerda.

Utilicé soga de esparto de ocho milímetros en la malla entrelazada, y para aumentar el efecto de privacidad, restando campo visual, opté por insertar unos tableros  rectangulares en medio del entramado que quedaron fijados conforme iba tendiendo las cuerdas.

Para estos dos separadores se utilizaron unos cien metros de cuerda, sin cortes ni interrupciones - una cuerda por biombo, se entiende - por lo que la tarea de tender el cordaje fue un tanto tediosa, pero poco a poco fue cogiendo forma asimilándose a lo que tenía en mente. Una vez finalizada la malla y convenientemente tensada se anudó el extremo final tras lo cual se colocó un tercer marco, similar al primero de manera que los cáncamos a través de los cuales pasaba la cuerda quedaban ocultos.


Montada la estructura, a uno de ellos, el cuadrado más pequeño, se le colocaron unos tacos gruesos en la parte inferior para que se pudiera mantener en pie de manera independiente permitiendo al mismo tiempo poder moverlo según las necesidades del servicio. Al otro, algo más estrecho, pero también más alto, dado que iba a quedar fijo en el acceso del pasillo, no fue necesario colocarle ningún soporte adicional ya que se fijó a la pared mediante una guía.

Terminada la estructura sólo fue cuestión de darle el remate de pintura, en un color blanco con un toque grisáceo. En las tablas suspendidas en el interior del entramado le añadimos unas imágenes con los logotipos del local utilizando una técnica de transferencia de imágenes y hecho ésto se aplicaron varias capas de barniz protector quedando de la manera que se muestra a continuación, una vez instalados.

Separadores finalizados e instalados
El último separador iba a ser diferente e iba a colocarse en la puerta de entrada, de manera que bloqueara en parte la visión directa de la calle evitando que la línea de mesas frente a ésta quedaran directamente expuestas a los curiosos que pasaban por delante de la misma.

Comencé confeccionando un bastidor, pero esta vez simple, sin marcos superpuestos. Se taladraron agujeros siguiendo una secuencia alternativa regular en las tablas superior e inferior y se entrelazó una cuerda, esta vez de forma regular de arriba abajo y viceversa hasta completar el marco.

Tras esto confeccioné un pequeño cajón en la parte superior con el objetivo de que quedara oculto a la vista el paso de las cuerdas, y otro mayor en la parte inferior que sirviera también de base añadiéndole unos gruesos tacos en la parte de abajo para mejorar la estabilidad de apoyo. Se remató la pintura, del mismo color que el resto de biombos y decoró, también utilizando la técnica de transferencia de imágenes, con los logos del local en la parte superior y unas grecas en el tablero central de la base. Con el barniz se le dio el toque final y quedó listo para colocar.




















Con esto quedaba finalizado el trabajo de nuestra primera incursión en el mundo de la Otra Restauración. Para mi fue un trabajo bastante satisfactorio ya que me permitió hacer lo que a mi realmente me gusta, diseñar y crear objetos nuevos partiendo de cero - la parte constructiva, sobre todo esos momentos pasando cuerdas, no es tan gratificante -. Con unas tablas, unos tornillos y unas cuerdas se pueden hacer muchas cosas, es cuestión de imaginación, y el resultado, salta a la vista, como podéis ver en la foto que os muestro a continuación, en la que se ven algunos de los objetos creados, y como se integran en el renovado ambiente del local.


 P.D.: Si queréis verlo en vivo y en directo sólo tenéis que ir al Santo Pecado Cocktail & Grill, en la plaza de San Francisco, frente a los antiguos juzgados de Santa Cruz de Tenerife. Un poco de publicidad nunca viene mal, sobre todo cuando tienes un Cliente que te da carta blanca para poder trabajar y desarrollar tus ideas.


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