viernes, 13 de octubre de 2017

Los visitantes

Me he vuelto a retrotraer en el tiempo, y no solo por que esté recuperando trabajos de meses atrás, sino por que la entrada anterior me hizo reflexionar sobre mis recuerdos de la infancia, en especial los relacionados con la televisión y el cine. Es por ello que, dado que la entrada previa fue dedicada a la "caja tonta", en esta ocasión me gustaría dedicarle unas líneas al séptimo arte aprovechando la conexión con un trabajo realizado unos meses atrás.

Este verano, después de muchos años sin volver a pisarlas, regresé a tierras murcianas - que no marcianas - y en una de las excursiones que realizamos durante el viaje - entre visitas y reuniones familiares nos permitimos alguna que otra escapada -, pasamos por Cartagena, ciudad en la que residí durante parte de mi infancia, no queriendo dejar pasar la oportunidad de volver a pasear por algunos de los lugares emblemáticos - para mi, claro está - de los que guardaba grandes recuerdos de aquella época como era el barrio y el edificio en los que viví o el colegio en el que tantos buenos momentos pasé - principalmente en el recreo, no lo voy a negar -, que lógicamente, después de treinta y cinco años que hacía que no los veía habían cambiado bastante.

Junto a la casa que habité durante cinco años, entre finales de los setenta y principios de los ochenta, en buena parte de lo que hoy en día es ocupado por un parque público, había un cine al aire libre al que acudíamos varias noches por semana durante la temporada estival - única en la que abría sus puertas -, en el cual veíamos películas que, si bien no podían clasificarse de estrenos precisamente, al menos eran entretenidas y hacían volar nuestra imaginación. Algunas de ellas eran obras maestras del cine y otras ciertamente quedaban muy lejos de esta calificación, no obstante muchas de ellas quedaron grabadas en mi memoria - tanto de las buenas como de las que no lo eran tanto -: películas bélicas, del oeste - como se decía entonces -, de kárate, de aventuras o comedias, en las que descubrí personajes como Fantomas, el inspector Clouseau, Godzila, James Bond y tantos otros, pero sobre todo, las que más fascinación me causaban sin duda era las películas de ciencia ficción.

Una de éstas últimas que recuerdo perfectamente es "El enigma de otro mundo", traducción al castellano de "The Thing" - sí, habéis leído bien, "La cosa", así se las gastaban los traductores de la época -, película original sobre la que años mas tarde John Carpenter hizo un "remake" - como se dice ahora - bastante más terrorífico, pero aún así, no dejo de reconocer que a pesar de lo cutres que pueden resultar a vista de hoy los efectos especiales de la época, la sobreactuación de algunos personajes y lo ridículo de algunas situaciones, no dejaba de tener su encanto aquella primera versión. Se trataba de una película de "Serie B" de la RKO, que como muchas tantas otras que vi en aquellos tiempos - Ultimátum a la Tierra, La Guerra de los Mundos, La Invasión de los Ladrones de Cuerpos, ... - me fascinaron haciendo volar mi imaginación y despertando en mi la curiosidad y el interés por este género, que trasladé también a la literatura, y que aún a día de hoy se mantiene.
"Invasores en acción"
Todo esto viene en relación a los "visitantes" que podéis ver en la imagen de la izquierda, que si bien es cierto, no son de otro mundo, bien podrían servir para desarrollar el argumento de una de estas películas de Serie B en el que unas orugas gigantes invaden la tierra con fines perversos.

Esta foto se corresponde con el panorama de lo que nos encontramos en el marco de una obra que nos trajeron a principios de este año para su restauración, y digo obra por que no se trataba de una pintura sino de una composición con motivos florales y animales bordados sobre seda en torno a una foto familiar antigua.

En la foto de la izquierda se puede ver el aspecto general visto desde atrás, una vez desmontada la parte trasera, donde, si bien es cierto que no se aprecian muy bien los estragos causados por los "invasores" de la imagen anterior, si se observan claramente las manchas provocadas por la humedad en la seda utilizada como lienzo, cuyo estado general - salta a la vista - podríamos calificarlo de "bastante deteriorado", con unos llamativos lamparones que afeaban bastante su aspecto, siendo el estado del marco, como podéis imaginar, "dramático", por llamarlo de alguna manera.

El interior del marco estaba totalmente horadado por la carcoma, hasta tal punto que en algunas zonas, si presionabas con cierta fuerza, los dedos se hundían como si fuera de plastelina, manteniéndose la estructura frontal en algunas zonas tan solo gracias al recubrimiento de pintura y barniz, lo cual pudimos constatar al desmontarlo, momento en el cual algunas secciones literalmente se deshicieron convirtiéndose en polvo y astillas.

Detalle del estado del marco
A pesar de la gravedad de la situación, y aunque no lo parezca, no era algo irremediable, así que decidimos ponernos manos a la obra para recuperarlo, comenzando para ello por una limpieza a fondo para retirar los xilófagos - carcoma para los amigos - y los restos de madera y serrín sueltos en que ésta se había convertido por efecto de estos "visitantes" indeseados, extrayendo las partes más deterioradas e irrecuperables para aplicar a continuación un tratamiento para eliminar los posibles restos de la plaga dejando todas las piezas en cuarentena para que éste tuviera un efecto definitivo.

Llegados a este punto, realizaré un inciso para aclarar que la restauración y limpieza de la seda no la realizamos nosotros. Sí hemos hecho trabajos con telas de lienzo, tapicería y cuero pero nuestro dominio de la seda no llega a un nivel suficiente como el requerido para este trabajo, el cual le encargamos a una buen amiga de Eva que se dedica  profesionalmente a la restauración de papel y tela, con una amplia experiencia en estas labores y en la que confiamos plenamente para la realización de esta tarea. De esta parte, tan solo nos hicimos cargo de confeccionar un nuevo bastidor, con las medidas adecuadas, que entregamos junto con la seda, para que ésta se montara una vez restaurada, ya que el original estaba en tan mal estado y era de tan escaso valor que no merecía la pena perder el tiempo en su restauración.

Aclarado esto, vuelvo al marco que, tras el periodo prescrito para el tratamiento actuara con garantías, volvimos a retomar, repasando nuevamente las piezas, limpiando y aplicando un producto con el fin de endurecer la dañada estructura que, como ya he comentado, en algunas zonas tenía la rigidez de un papel de fumar.

Tras ésto, se rellenaron completamente con pasta todas las galerías y túneles excarvados por los "visitantes" compactando de este modo el marco y recuperando la solidez perdida para a continuación proceder a encolar y montar las piezas dándole nuevamente forma al marco. Tras ésto se reconstruyeron las partes que habían quedado totalmente irrecuperables siendo necesario modelar algunos relieves y filigranas de la parte frontal quedando, una vez endurecida la pasta utilizada, listo para la siguiente fase.

Dado que el cajón interior sobre el que se apoyaba la obra había quedado muy deteriorado, y tampoco tenía sentido mantenerlo, decidimos sustituirlo por uno nuevo, con algo mas de profundidad que el original, para dejar más espacio entre el cristal del marco exterior y la obra, ya que ésta tenía algunas piezas en relieve que lo requerían.

Terminado éste, se fijó al marco por la parte posterior y  pintó, en color crema la parte trasera y el cajón interior, dorando la parte frontal con láminas. Cuando estuvo seco, se pintaron de negro las filigranas que adornaban el frente interior para finalizar envejeciendo el dorado al objeto de "matar" el brillo, que como se puede ver en la imagen de la izquierda, resultaba dañino a la vista, dándole de este modo un aspecto mas "viejuno", en consonancia con el contenido de la obra.

Detalle delacabado

Una vez que tanto el marco como el cajón quedaron pintados y listos, colocamos el cristal, y tras recibir la obra una vez finalizada la intervención de la restauradora de la seda, se procedió a su montaje y a la colocación de una tabla trasera sellando con cinta todos los bordes para tratar de evitar la entrada de polvo y otros elementos que pudieran deteriorarla nuevamente, o al menos ralentizar la acción del paso del tiempo, con lo que por fin pudimos dar por terminado el trabajo, que entregamos al dueño tras cerca de dos meses de trabajo, si bien es cierto que buena parte de este tiempo fue el necesario para que el tratamiento anticarcoma hiciera su efecto.


Trabajo finalizado y listo para su entrega
P.D.: No esta bien que sea yo el que lo diga, pero creo que hicimos un buen trabajo, sobre todo si tenemos en cuenta el estado en el que llegó la obra y lo comparamos con el resultado final.

viernes, 29 de septiembre de 2017

En un puerto, italiano....

No me digáis por qué, pero mientras pensaba como comenzar esta entrada en la que voy a recopilar un trabajo de enmarcación realizado hace no menos de un año - si, lo sé, voy con mucho retraso -, me ha venido a la cabeza - por no decir invadido - una cancioncilla de mi infancia ... "en un puertoooo, italianooo ..." ¿Os acordáis de Marco?, bueno, hay que estar adentrado en la "cuarentena" para haber sido testigo de aquel momento inolvidable de televisión infantil - al menos en directo -.

Cuantas veces conté los segundos esperando...
Para los más jóvenes habría que explicarles el acontecimiento que suponía seguir las series infantiles de sábados y domingos, a la finalización del telediario de mediodía y justo antes de la película de sesión de tarde - los de cuarenta y ... sonreís, ¿eh? -, momento que esperábamos pacientemente para poder ver la serie de turno. Ni que decir que tan solo habían dos canales de televisión - o uno y medio como bien recordareis alguno -, que ni siquiera emitían programación continuamente, mostrando durante horas la inolvidable imagen de la "carta de ajuste". Que diferencia ahora, que los niños tienen a su disposición numerosos canales que emiten ininterrumpidamente dibujos y series infantiles durante las 24 horas del día, por no hablar de la ingente cantidad de contenidos disponibles a golpe de ratón a través de internet, y aún así parece que les sabe a poco - tendrían que haber vivido aquello -.

Con todo esto no quiero decir que ahora sea mejor, tan solo diferente. Si le preguntáis a mi hija seguro que dice que no siempre puede ver lo que le gusta, o en ocasiones es tanta la oferta que no sabe que elegir. Va saltando de canal en canal según acaba un capítulo para pasar a otro, parece el Carrusel Deportivo, aplicado a los dibujos animados. Ya me hubiera gustado a mi en mi época haber dispuesto de las facilidades que tienen hoy en día. Si te perdías algún capitulo por algún motivo... te lo perdías y punto, no había posibilidad de volverlo a ver, al menos hasta la aparición del VHS, que en mi casa no llegó hasta principios de los 80.


No obstante, si reconozco que se ha perdido buena parte del romanticismo que entrañaba la inexcusable cita ante el televisor, marcada en rojo en tu calendario mental y que por todos los medios tratabas de cumplir. No puedo olvidar aquel sábado por la tarde que con gran pesar tuve que perderme el capítulo de "La pantera rosa" para visitar a mi primera hermana recién nacida que ya podía haber elegido otro día para venir al mundo. En alguna ocasión se lo he contado y se reía, pero os puedo asegurar que en su momento, a mi no me hizo ni puñetera gracia.

Y que me decís del momento de la llegada de tu madre del "super" con los sobres de cromos que  entregaban con la compra de "danones" para abrirlos rápidamente esperando la aparición del ansiado cromo que te faltaba para completar el álbum de turno - el merchandising de la época -. No caeré en la cantinela de "todo tiempo pasado fue mejor", ni mucho menos, pero no podréis negar que les dábamos más valor a cosas que hoy en día pasan sin pena ni gloria para los niños.

Este hilo da para mucho por lo que no descarto  continuarlo en otra ocasión, pero por hoy ya es suficiente y tras esta breve introducción nostálgica, retornaré al origen de estos pensamientos y continuaré con una historia de marcos - de otro tipo -, vamos que pasaré ahora a contaros algo de restauración, que es de lo que supuestamente trata este blog.

Marcos listos para su entrega
Montar y restaurar marcos es una de las tareas que hacemos de vez en cuando en el taller, aunque bien es cierto que suelen ser normalmente de un estilo más o menos definido y que podríamos calificar de clásicos ya que los trabajos que nos suelen llegar habitualmente son reparaciones o modificaciones con estilos bastante encasillados, al menos hasta ahora, y es por ello que con esta entrada voy a iniciar una serie dedicada a esto, recuperando trabajos realizados en estos últimos dos años.

Como se puede ver en la imagen de la izquierda, comenzaré por un encargo bastante numeroso, no recuerdo bien - esto fue hace ya tiempo - cuantos marcos fueron exactamente pero debieron ser entre veinte y treinta de golpe y porrazo, tratándose básicamente de un trabajo de restauración: encolar esquinas, reparar golpes, pintar y dorar, no obstante si que hubo que fabricar algunos - cuatro o cinco, si mal no recuerdo -, completamente nuevos, pero en el mismo estilo.

Lo importante cuando tienes que trabajar con tanto material es organizarse para aprovechar bien el tiempo, por lo que tras desmontar las pinturas una a una, lo primero que hicimos fue establecer un orden en función del tipo de trabajo requerido por cada pieza, empezando a trabajar con los que estaban en peor estado y necesitaban pasar por todo el proceso para poco a poco ir incorporando, los que necesitaban menos intervenciones según las diferentes fases de trabajo que planificamos.

Lógicamente lo primero fue cortar las piezas necesarias para construir marcos nuevos, procediendo a continuación a montarlos, a la vez que íbamos encolando aquellos que estaban abiertos por las esquinas o incluso casi despegados en algún caso. Mientras unos se secaban, como no disponíamos de "sargentos" - como el que podéis ver en primer plano de la imagen superior - suficientes para todos comenzamos a darles color de fondo a los demás de manera que resaltara las imperfecciones y los golpes pasando a continuación al empastado y tapado de grietas.

Una vez encolados y pintados se lijaron para volver a empastar las esquinas, operación que en algunos de los marcos hubo que repetir en varias ocasiones hasta lograr que no se apreciaran las uniones. Finalizado este proceso pasamos a pintarlos de diferentes colores, un poco a nuestro criterio ya que el Cliente nos había dado bastante flexibilidad para ello, y que decidimos en función de los motivos contenidos en la pintura, o de la serie en el caso de varios marcos del mismo estilo. Unos se pintaron en verde, otros en negro pero la gran mayoría en rojo inglés, atendiendo a la preferencia expresada por el Cliente - al fin y al cabo eran las paredes de su casa donde iban a exibirse -.

Dorando un cuadro
A continuación pasamos al proceso de dorado, algo en lo que tuve que aplicarme ya que, si bien ya había hecho algún trabajo con anterioridad, generalmente de eso se encargaba Eva por lo que yo no tenía mucha práctica y mi ritmo era bastante más lento, pero la ocasión lo requería, dada la gran cantidad de marcos con los que había que trabajar, para tratar de evitar que se dilatara en exceso el tiempo de realización del trabajo. Me puse a ello y como todo es cuestión de práctica, poco a poco fui mejorando y si bien al principio iba con pies de plomo, poco a poco fui cogiendo confianza y mejorando tanto en técnica como en velocidad - aunque aún me queda mucho para llegar al nivel de Eva, para que nos vamos a engañar -.

Terminado el proceso de dorado y corregidas algunas imperfecciones surgidas durante el proceso, pasamos a envejecer todos los marcos, para darle un aspecto más clásico y acorde a lo esperado, tras lo cual, y una vez que todo estaba seco y limpio para evitar manchar las láminas y cuadros, procedimos a montar nuevamente todas las obras, colocar las traseras, en su gran mayoría nuevas por estar las originales afectadas por la humedad y sellarlo todo para evitar, en la medida de lo posible la dichosa humedad.

Finalizado todo el proceso, se empaquetaron todos los cuadros y se le hizo entrega a la Clienta, que algunos meses mas tarde, cuando nos encargó otro trabajo, nos confesó que aún no había terminado de colocar en las paredes de su casa. Aún le quedaba alguno pendiente que no tenía muy claro donde colocar. A continuación os muestro un par de ejemplos del resultado final del trabajo.



P.D.: Restauramos casi tantos marcos como series de televisión vi durante toda mi infancia, para que luego tu hija llegue y te diga que esta viendo una película del disco duro por que en los ocho canales de televisión infantiles no hay nada mejor. Tiene narices la cosa, dan ganas de dejarla una semana sin tele....

viernes, 23 de junio de 2017

Cuando todo no es todo

A pesar de lo que parezca, no...., no me he ido, ni mucho menos. Todo lo contrario, esto es una vuelta con energía después de una largo paréntesis de dos meses, por exigencias del guión, sin actividad. Vuelvo, pero con trabajos anteriores, simplemente por que acabo de retornar a la actividad y aún no tengo nada nuevo que ofrecer, pero si quedan trabajos pendientes de publicar de un tiempo atrás.

Atrás, pero no tanto.... o sí. Éste sobre el que ahora escribo es de allá por el mes de septiembre del año pasado. Alfredo llevaba ya varios meses pendiente de un trabajo, pero entre que no nos terminaban de dar los detalles exactos de lo que querían, y nosotros tampoco insistíamos ya que teníamos bastantes tareas en marcha, la cosa se fue dilatando en el tiempo.

Llegado el mes de septiembre, tras entregar lo que teníamos pendientes y pasado el intervalo de baja actividad de las vacaciones de verano, tras la vuelta al "cole" de los niños - de mi hija concretamente -, retomamos el proyecto de una pequeña barra de bar para un apartamento del sur. Ultimamos los detalles de lo que querían, pasamos presupuesto que rápidamente aceptaron y nos pusimos manos a la obra.

Iniciando la estructura
Teníamos claro que tenía que ser una estructura relativamente ligera, y al ser en forma de "L" y no caber en la furgoneta, tenía que ser desmontable para poder transportarla, al menos en dos partes, así que comenzamos haciendo un sencillo esqueleto de madera con baldas, con las dimensiones del frontal, que era la pieza más grande, a la que le añadiríamos posteriormente la estructura lateral, el recubrimiento y el tablero en la parte superior.

Fue cuestión de ir cortando largueros de madera que fuimos ensamblando para darle forma en torno a las baldas, todo ello con madera de pino que compramos previamente en la serrería. A la vez, con las mismas tablas fabricamos el tablero superior que nos sirvió de guía para completar la estructura completa con las dimensiones apropiadas, con lo que en poco más de un par de días teníamos la columna vertebral completa, tal como se puede ver en la foto de la izquierda.

Finalizada esta parte, mientras yo continuaba cortando chapa marina - por lo de aligerar peso - para hacer el revestimiento interior, Alfredo iba pintando el tablero superior de color blanco mate, tal como habían pedido, haciendo lo mismo con los largueros que conformaban el esqueleto.

Estantería en proceso
Una vez que ya estaban todos los revestimientos interiores terminados los tintamos, junto con las baldas, de un color oscuro, colocando en la parte exterior que iba a quedar a la vista unos paneles de DM como soporte del parqué que iba a quedar como revestimiento exterior, rematando los bordes con unos perfiles para que no se vieran los cantos de las láminas del propio parqué.

A continuación, tras marcar los puntos donde iban a ir colocados los tornillos para ensamblar todas las piezas una vez transportadas al lugar del montaje, con los restos de material que habían sobrado, y en compensación por la paciencia que habían tenido esperando por el trabajo, decidimos hacer un pequeño mueble para colocar copas y botellas que iría en la pared, tintándolo del mismo color que el interior de la barra, como complemento de éste.

Barra y estantería montadas

Una vez barnizada, tanto la barra como la pequeña estantería, dejamos todo listo y acordamos con el Cliente el día en el que iríamos a realizar la instalación. Ese día, cargamos todo el material y herramientas en la furgoneta - ¿todo?-, incluyendo un compresor que nos serviría para montar rápidamente los paneles interiores gracias a la pistola de clavos, y allá que fuimos.

Tras un viaje hasta el sur de la isla, bajo notable aguacero - a la altura de Abades me sentí como Moisés cruzando el Mar Rojo - llegamos a Los Cristianos, donde había llovido, pero al menos en ese momento ya no lo hacía, lo que nos permitió descargar el material y las herramientas - ¿todas? - sin problemas. Bueno, casi, por que lo de tener que cargar con todo - ¿todo? - dos pisos de escaleras y un largo pasillo, algo problemático si que fue.

Cuando tuvimos todo listo, comprobamos que las medidas que nos habían facilitado los clientes eran correctas, ya  que la barra iba a estar colocada en un rincón "un poco complicado", y uno de mis temores era que tuviéramos que abortar la misión por un error de cálculo - no sería la primera vez, y seguro que tampoco la última -. Pero como tampoco todo - ¿todo? - puede ser siempre un camino de rosas, nos encontramos con que en la pared había una toma de corriente por lo que sería necesario hacer una ventana en un panel interior, y claro, teníamos de todo - ¿todo? -: compresor con pistola de clavos, taladro, destornillador eléctrico,.... y no, ¡todo no!, ¿la caladora?, o en su defecto ¿una sierra de mano?. NOOOOOOOO. 

Mientras intentaba salir del paso con ayuda del taladro y de un hermoso cuchillo de cocina - digno del señor Bates -, recordé que cuando descargábamos había visto a dos señores mayores conversando en la puerta del garaje de una casa de en frente. Rápidamente me vino el "flash": garaje,... trastos,... herramientas,..., ¿serrucho?... Rápidamente salí a la calle y afortunadamente aún estaba uno de los dos hombres, con la puerta del garaje abierta, con un par de trastos y herramientas desparramados por el suelo. Me acerqué y pregunté, y..., ¡Siiii, "habemus serruchum". El hombre, amablemente me lo prestó, así que volví rápidamente, hice los cortes, y raudo y veloz corrí a devolvérselo, no fuera que se le hubiera ocurrido venir a dirigir la obra - algo muy típico del jubilado español -. Volví nuevamente escaleras arriba - suficientes peldaños para un solo día - y por fin pudimos terminar de montar la barra y la estantería, que finalmente quedaron como podéis ver a continuación.



P.D: Esta entrada está dedicada a Alfredo, que actualmente, y por unos meses, se encuentra lejos de nosotros, en otras ocupaciones. Venga va, tómate la penúltima...

sábado, 18 de febrero de 2017

Los amigos de mis amigos...

Una tarde, hace ya unos meses, mi mujer paseaba por La Laguna con una amiga y decidieron pasar por la tienda de una amiga de la amiga de mi mujer - ya sabía yo que pasear lo que se dice pasear...- para recoger "algo". La tienda se dedica a la venta de objetos de decoración y por casualidad, mientras conversaban salió el tema de que yo me dedicaba al diseño y la restauración de muebles, por lo que la dueña de la tienda - la amiga de la amiga, para aclararnos -, comentó que tenía un amigo - el amigo de la amiga de la amiga de mi mujer, no nos vayamos a perder - que le había preguntado si conocía a alguien que pudiera arreglarle un par de muebles. Mi mujer, ni corta ni perezosa, se ofreció a ponernos en contacto para que, si aún tenía ese trabajo pendiente, ya que hacía por lo menos un mes que le habían preguntado, pudiera darle una solución.

Un par de días más tarde contacté con el amigo de la amiga... - ya sabéis, el posible Cliente -, y me confirmó que aún no había encontrado a nadie que le hiciera el trabajo así que le ofrecí la posibilidad de hacerlo para lo cual le pedí unas fotografías de los muebles a restaurar que rápidamente me envió a través de whatsapp. Tras un vistazo y una valoración le hice una propuesta, a falta de confirmar que no hubieran ningún tipo de sorpresa oculta no visible a través de las fotos. Tras llegar a un rápido acuerdo acordé con él en pasar a recoger los muebles y confirmarle el presupuesto inicial una vez comprobado que no existía nada más, tipo carcoma, daños estructurales graves o cualquier otra sorpresa, por otra parte bastante habituales en muebles con bastante uso como éstos.
Sillón en estado original
Comprobado y confirmado el presupuesto me llevé los muebles al taller para comenzar con el trabajo. Lo primero era un sillón de mimbre, que como podéis ver en la imagen de la izquierda tenía el asiento dañado, siendo esto lo único que había que reparar.

Según el Cliente se había deteriorado por desgaste, y aunque yo juraría que alguien "ayudó" subiéndose de pie sobre él - el agujero coincide perfectamente con una huella de pie, que casualidad, ¿no? - él insistió en que simplemente se había roto por el uso normal. No quise discutir, al fin y al cabo el motivo es lo de menos, para mi lo importante era que había que hacer un trabajo y me iban a pagar por él, la causa del destrozo carecía de importancia - aunque sigo pensando que alguien se subió en el sillón -.

Lo único que había que hacer era sustituir la rejilla del asiento. No tenía más desperfectos y el estado general era bastante aceptable, por tanto lo primero que hubo que hacer fue retirar la rejilla rota, limpiar y lijar el canalillo donde iba insertada. Con esto quedó todo listo para colocar una nueva rejilla que tuve que comprar, en una de las pocas tiendas que aún vende este material por metros. Tan sólo conozco un par de ellas donde se pueden conseguir - seguro que habrá más -, una en La Laguna y la otra en Santa Cruz, y como la primera me queda más cerca, a pesar de que es un poco más cara, por la diferencia de precio no merece la pena bajar hasta la otra, ya que si tenemos en cuenta la gasolina, y sobre todo la pérdida de tiempo que supone entrar en pleno centro de la ciudad y encontrar aparcamiento - por la zona donde está -, para la cantidad de mimbre de la que se trataba, no compensaba en absoluto el euro de más.
Nueva rejilla colocada

A continuación coloqué la rejilla, lo cual resulta relativamente fácil, aunque un poco delicado, ya que si no se tiene cuidado, se puede dañar en la operación llevando al traste todo el trabajo - con el consiguiente enfado, por no decir otra cosa -, teniendo que comenzar de nuevo, si con suerte se consigue salvar el material y es posible aprovechar la pieza de mimbre nuevamente. En caso contrario, si la rotura afecta a una zona interior, habrá que desecharla y colocar otra rejilla completamente nueva, reventando  de ese modo buena parte del beneficio del trabajo.

Finalizada con éxito la colocación, se tiñó con un tinte de color similar al del resto del sillón, y aproveché para corregir algunos desperfectos en el color del respaldo para dejar todo igualado quedando finalmente como se muestra a continuación.


Sillón Finalizado

El otro mueble era una camarera, un carrito de los que se solían utilizar antiguamente en las casas, generalmente para llevar el servicio a la mesa, aunque normalmente el uso que se le daba era el de almacenar y transportar las bebidas alcohólicas para las grandes ocasiones domésticas.
Camarera en estado original
En esta ocasión, el estado no podía calificarse como aceptable. La tenían colocada en el recibidor de la casa y la utilizaban como depósito de objetos donde dejaban los bártulos que entran y salen de casa habitualmente como llaves, cartera, bolso y demás.

Por el continuo trajín estaba bastante rayada y por lo que parece, en su día, se utilizó también para lo que realmente fue fabricada, transportar el servicio de comida o el café, y recuerdo probablemente de aquella época contaba con un buen par de quemaduras y profundos arañazos que hacían difícil poder aprovechar la chapilla de las bandejas. Pero sin duda, lo que peor se encontraba eran las ruedas con la goma del recubrimiento, en lo poco que aún quedaba, totalmente cuarteada y deshaciéndose por momentos.

Desmonté la mesa completamente para poder trabajar mejor con los diferentes elementos y comencé a lijar todas las piezas, que como podéis comprobar en la imagen de la izquierda - ¿alguien necesita que le diga cual es la que no está lijada? - 
estaban un tanto perjudicadas.

Los paneles que hacían la función de bandejas estaban tan estropeados que cualquier arreglo no iba a pasar desapercibido por lo que opté por el plan B, darles la vuelta y colocarlas por el reverso tras lijarlas e igualarlas bien. Lo cierto es que tenían un beteado bastante curioso y habría sido una pena no haberlo aprovechado.

Las ruedas, si que es verdad que no tenían solución.
Decidí deshacerme de ellas tras intentar un par de posibles remiendos, sin éxito - milagros a Santa Rita -. En este caso, muy a mi pesar, era más razonable buscar otras que intentar reparar las viejas, dado el estado en el que se encontraba el metal, pero sobre todo por la imposibilidad de encontrar recambios a las gomas tras buscar en unos cuantos lugares e idear algún que otro parche, pero nada funcionó decentemente, no podía garantizar que duraran más allá de unos pocos meses - o semanas, según el uso - por lo que la solución más razonable pasaba por cambiarlas.

Tras lijar y limpiar todo pinté de blanco las piezas de la estructura, que tras montar nuevamente volví a lijar, pero esta vez tan sólo un poco por los bordes y aristas para de ese modo darle un aspecto envejecido y desgastado, tal como el Cliente - o mejor dicho, su mujer - había pedido. Por último, tras el pertinente recubrimiento de barniz protector, quedó casi lista.

El casi es por que faltaban aún las ruedas, que si bien fueron relativamente fáciles de conseguir, su colocación no lo fue tanto. Entre todo lo que había disponible no encontré nada que me convenciera a primera vista, tan sólo me gustaron unas que tenían que ir encastradas en la propia pata, por las que finalmente me decidí. Su colocación daría más trabajo pero quedarían mejor que cualquier otra de las opciones posibles.

Para colocarlas primero tuve que insertar unos tubillones rellenando el hueco que habían dejado las anteriores para a continuación colocar un taco cilíndrico al que hubo que darle forma para poder encajar las nuevas ruedas. Tras lijar las bases de las patas para que encajaran correctamente las nuevas terminaciones empaté los tacos interiores de las ruedas con los tubillones de las patas y una vez hechos los ajustes necesarios para que la mesa no fuera inestable rellené con pasta los huecos de los empates. Finalmente envejecí las ruedas para que quedaran integradas en el conjunto sin destacar excesivamente - sobre todo por el brillo -, quedando finalmente como se muestra a continuación.

Camarera terminada

Creo que el cambio es evidente, y habría sido una pena no aprovechar las tablas de las bandejas, la verdad es que las betas tienen unas formas muy llamativas. Creo que los Clientes quedaron bastante satisfechos con el cambio y yo me alegro de haberle dado un nuevo aire a esa vieja camarera para mantenerse en uso unos cuantos años más.

domingo, 29 de enero de 2017

Quid pro cuo

Hace algunos meses realicé un trabajo para un familiar, el cual tenía un piso desocupado y quería ponerlo en alquiler para sacarle algo de rentabilidad. Para ello tenía que renovar también el mobiliario, eso si, sin invertir demasiado dinero ya que la mayor parte del presupuesto se lo había gastado en la obra de reforma previa.

Parte de los muebles los tenía, pero había algunas cosas necesarias que aún faltaban por lo que nos pidió ayuda, por si teníamos algo que no nos hiciera falta y pudiera aprovechar para completar el mobiliario. Rebuscando en lo que nos quedaba por casa, rescatamos mi primera cama de soltero que aún guardaba en el trastero - quizá por nostalgia -, un colchón pequeño que nos sobraba tras el cambio de la cama de mi hija y una estantería que hacía poco me habían regalado y que pensaba llevar al taller, pero que aún andaba en un rincón del sótano. También conseguimos un sillón y un sofá, que habían sido nuestros pero que ahora estaban en el sótano de mis vecinos - y cuñados, todo queda en familia - que casualmente iban a retirar por que habían comprado uno nuevo, y que tras pasar por el tapicero quedaron como nuevos. Con ésto, más lo que ya había en la casa estaba prácticamente amueblada y lista para poner en el mercado, tan sólo era necesaria una mesa y un par de sillas para la cocina, y esa parte decidí hacerla puesto que contaba con material suficiente en el taller, y de ese modo aprovechaba también para despejar un poco de espacio.

Del altillo del taller rescaté dos sillas de las que teníamos apiladas procedentes de diferentes lugares - llegaron a haber más de veinte -, que poco a poco habían ido saliendo a diferentes destinos. Éstas dos concretamente venían del restaurante de un hotel del sur que habían reformado hace algún tiempo y que a través de un conocido habían terminado en nuestro taller acumulando polvo.

Silla en estado original
Estaban en un estado bastante aceptable como se puede observar en la imagen de la izquierda, tan sólo necesitaban ser encoladas para recuperar la rigidez perdida por el uso continuado y limpiar el tapizado del asiento, que aunque sucio no acusaba desgaste.

Como la cocina nueva era de color blanco, de estilo sencillo y líneas rectas, no pegaban las sillas con este aspecto un tanto rústico así que decidí pintarlas de blanco, por lo que previamente hubo que lijarlas para quitarles la laca y prepararlas para el pintado. De paso aproveché para reparar algunos rayones y marcas con pasta que con el pintado posterior no iban a notarse.

Comentándolo con mi mujer, y teniendo en cuenta que la cocina era de un blanco deslumbrante e inmaculado, me sugirió que en la mesa y las sillas le añadiera algún toque de color para darle de ese modo algo de contraste y alegría a la cocina, que con muebles, puertas y paredes blancas reflejaba falta de personalidad.


No me pareció mala idea así que le tomé la palabra y me puse manos a la obra. Comencé por lijarlas nuevamente, esta vez hasta hacer desaparecer casi en su totalidad el tinte que las cubría, para a continuación aclararlas y homogeneizar el aspecto con una ligera capa de pintura blanca bastante aguada, que dejaba traslucir ligeramente las vetas de fondo dándole un aspecto envejecido. Al final no eran ni blancas ni marrones, ni todo lo contrario, era una mezcla algo descafeinada que al añadirles algunas imágenes con la técnica de transferencia - marca de la casa - con motivos florales y culinarios, terminó por mostrar una imagen de conjunto bastante aceptable. Los asientos, tras limpiarlos consideré que no quedaban mal, incluso el color no desentonaba, por lo que decidí ahorrarme el tapizado y dejarlos tal cual estaban.

Ya sólo faltaba la mesa, con la que lógicamente iba a utilizar la misma técnica para que no pareciera lo que era, un conjunto de muebles cada uno de su padre y de su madre, que se habían reunido para completar el mobiliario. Como no había mucho espacio pensé que más que una mesa, lo que había que colocar era un tablero fijado por un lateral a la pared y con unas patas que le dieran soporte en el otro lado.

Tablero lijado y listo
El tablero ya lo tenía, procedente de una mesa de escritorio que no hacía mucho tiempo había traído uno de los colaboradores habituales del taller de una casa en la que estubo haciendo algún trabajo y que le habían pedido que retirara. La mesa es cierto que estaba bastante "perjudicada", pero el tablero presentaba  - extrañamente - bastante buena apariencia por lo que se podía aprovechar sin mucho trabajo, que en el fondo era de lo que se trataba.

Después de lijarlo convenientemente lo corté unos veinte centímetros para ajustarlo a unas medidas cómodas para el espacio disponible en la cocina, y por último redondeé las esquinas que iban a quedar en la parte exterior para evitar los picos "mortíferos" - ya imagináis a que me refiero, verdad -.
 
Tablero decorado
Terminada la preparación del tablero, y como yo estaba un poco liado con otro trabajo, Eva, con su toque femenino, se encargó de decorarlo mediante la transferencia de imágenes con motivos culinarios en su gran mayoría, tras lo cual simplemente le hice un esponjado con pintura blanca bastante aguada para que el fondo de madera se destacara quedando listo para darle varias capas de barniz y con esto dejarlo rematado y listo para su colocación.


Ya sólo faltaban las patas, y recordé que en casa tenía las del tablero que en su día hacía la función de mesa justo donde ahora mismo aporreo el teclado para escribir esta entrada. Hace unos pocos meses que lo sustituí por una mesa de oficina, de un tamaño algo menor, que en su día a su vez yo había regalado y que volvía nuevamente a casa tras una estancia de casi veinte años en casa de unos amigos. Originalmente procedía de una oficina en la que trabajé hace dos décadas y que salvé del vertedero cuando iba a ser deshechada con ocasión del cambio de mobiliario motivado por la adaptación a la nueva imagen corporativa - en una de tantas fusiones que sufrí en mi anterior vida laboral - ofreciéndonos a los empleados la posibilidad de quedarnos con todo aquello que quisiéramos antes de deshacerse ellos a pesar de que apenas tenían tres o cuatro años y aún estaban en perfecto estado - cosas de las multinacionales -. Esa mesa, que en su día le regalé a unos amigos, cuando ellos reformaron su despacho este verano volvieron a ofrecérmela, y si bien en su día no la quise, de hecho se la regalé a ellos, ahora me resultaba útil por lo que la recogí y de ese modo, veinte años más tarde, recuperé mi antigua mesa de trabajo.

Como iba diciendo - no quiero irme por las ramas -, recuperé dos de las patas de madera de la mesa-tablero que había retirado de mi sótano y tras lijarlas un poco, las pinté de blanco quedando por fin todo listo para el montaje. El resto fue sencillo, fijar los asientos a las sillas, llevar todas las piezas a la casa, atornillar los ángulos a la pared y las patas al tablero y listo, todo quedó tal como se ve en la imagen siguiente.


P.D.: No se puede decir que no de una nota de color en una cocina tan anodina,.. que en el fondo era de lo que se trataba. Con material reciclado y un poco de trabajo ya estaba completa la casa. Ellos ganaron una mesa y un par de sillas y yo me quedé con un bidón de pintura blanca - de los grandes - y una lata de barniz - quid pro quo -.