viernes, 23 de junio de 2017

Cuando todo no es todo

A pesar de lo que parezca, no...., no me he ido, ni mucho menos. Todo lo contrario, esto es una vuelta con energía después de una largo paréntesis de dos meses, por exigencias del guión, sin actividad. Vuelvo, pero con trabajos anteriores, simplemente por que acabo de retornar a la actividad y aún no tengo nada nuevo que ofrecer, pero si quedan trabajos pendientes de publicar de un tiempo atrás.

Atrás, pero no tanto.... o sí. Éste sobre el que ahora escribo es de allá por el mes de septiembre del año pasado. Alfredo llevaba ya varios meses pendiente de un trabajo, pero entre que no nos terminaban de dar los detalles exactos de lo que querían, y nosotros tampoco insistíamos ya que teníamos bastantes tareas en marcha, la cosa se fue dilatando en el tiempo.

Llegado el mes de septiembre, tras entregar lo que teníamos pendientes y pasado el intervalo de baja actividad de las vacaciones de verano, tras la vuelta al "cole" de los niños - de mi hija concretamente -, retomamos el proyecto de una pequeña barra de bar para un apartamento del sur. Ultimamos los detalles de lo que querían, pasamos presupuesto que rápidamente aceptaron y nos pusimos manos a la obra.

Iniciando la estructura
Teníamos claro que tenía que ser una estructura relativamente ligera, y al ser en forma de "L" y no caber en la furgoneta, tenía que ser desmontable para poder transportarla, al menos en dos partes, así que comenzamos haciendo un sencillo esqueleto de madera con baldas, con las dimensiones del frontal, que era la pieza más grande, a la que le añadiríamos posteriormente la estructura lateral, el recubrimiento y el tablero en la parte superior.

Fue cuestión de ir cortando largueros de madera que fuimos ensamblando para darle forma en torno a las baldas, todo ello con madera de pino que compramos previamente en la serrería. A la vez, con las mismas tablas fabricamos el tablero superior que nos sirvió de guía para completar la estructura completa con las dimensiones apropiadas, con lo que en poco más de un par de días teníamos la columna vertebral completa, tal como se puede ver en la foto de la izquierda.

Finalizada esta parte, mientras yo continuaba cortando chapa marina - por lo de aligerar peso - para hacer el revestimiento interior, Alfredo iba pintando el tablero superior de color blanco mate, tal como habían pedido, haciendo lo mismo con los largueros que conformaban el esqueleto.

Estantería en proceso
Una vez que ya estaban todos los revestimientos interiores terminados los tintamos, junto con las baldas, de un color oscuro, colocando en la parte exterior que iba a quedar a la vista unos paneles de DM como soporte del parqué que iba a quedar como revestimiento exterior, rematando los bordes con unos perfiles para que no se vieran los cantos de las láminas del propio parqué.

A continuación, tras marcar los puntos donde iban a ir colocados los tornillos para ensamblar todas las piezas una vez transportadas al lugar del montaje, con los restos de material que habían sobrado, y en compensación por la paciencia que habían tenido esperando por el trabajo, decidimos hacer un pequeño mueble para colocar copas y botellas que iría en la pared, tintándolo del mismo color que el interior de la barra, como complemento de éste.

Barra y estantería montadas

Una vez barnizada, tanto la barra como la pequeña estantería, dejamos todo listo y acordamos con el Cliente el día en el que iríamos a realizar la instalación. Ese día, cargamos todo el material y herramientas en la furgoneta - ¿todo?-, incluyendo un compresor que nos serviría para montar rápidamente los paneles interiores gracias a la pistola de clavos, y allá que fuimos.

Tras un viaje hasta el sur de la isla, bajo notable aguacero - a la altura de Abades me sentí como Moisés cruzando el Mar Rojo - llegamos a Los Cristianos, donde había llovido, pero al menos en ese momento ya no lo hacía, lo que nos permitió descargar el material y las herramientas - ¿todas? - sin problemas. Bueno, casi, por que lo de tener que cargar con todo - ¿todo? - dos pisos de escaleras y un largo pasillo, algo problemático si que fue.

Cuando tuvimos todo listo, comprobamos que las medidas que nos habían facilitado los clientes eran correctas, ya  que la barra iba a estar colocada en un rincón "un poco complicado", y uno de mis temores era que tuviéramos que abortar la misión por un error de cálculo - no sería la primera vez, y seguro que tampoco la última -. Pero como tampoco todo - ¿todo? - puede ser siempre un camino de rosas, nos encontramos con que en la pared había una toma de corriente por lo que sería necesario hacer una ventana en un panel interior, y claro, teníamos de todo - ¿todo? -: compresor con pistola de clavos, taladro, destornillador eléctrico,.... y no, ¡todo no!, ¿la caladora?, o en su defecto ¿una sierra de mano?. NOOOOOOOO. 

Mientras intentaba salir del paso con ayuda del taladro y de un hermoso cuchillo de cocina - digno del señor Bates -, recordé que cuando descargábamos había visto a dos señores mayores conversando en la puerta del garaje de una casa de en frente. Rápidamente me vino el "flash": garaje,... trastos,... herramientas,..., ¿serrucho?... Rápidamente salí a la calle y afortunadamente aún estaba uno de los dos hombres, con la puerta del garaje abierta, con un par de trastos y herramientas desparramados por el suelo. Me acerqué y pregunté, y..., ¡Siiii, "habemus serruchum". El hombre, amablemente me lo prestó, así que volví rápidamente, hice los cortes, y raudo y veloz corrí a devolvérselo, no fuera que se le hubiera ocurrido venir a dirigir la obra - algo muy típico del jubilado español -. Volví nuevamente escaleras arriba - suficientes peldaños para un solo día - y por fin pudimos terminar de montar la barra y la estantería, que finalmente quedaron como podéis ver a continuación.



P.D: Esta entrada está dedicada a Alfredo, que actualmente, y por unos meses, se encuentra lejos de nosotros, en otras ocupaciones. Venga va, tómate la penúltima...

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