viernes, 13 de octubre de 2017

Los visitantes

Me he vuelto a retrotraer en el tiempo, y no solo por que esté recuperando trabajos de meses atrás, sino por que la entrada anterior me hizo reflexionar sobre mis recuerdos de la infancia, en especial los relacionados con la televisión y el cine. Es por ello que, dado que la entrada previa fue dedicada a la "caja tonta", en esta ocasión me gustaría dedicarle unas líneas al séptimo arte aprovechando la conexión con un trabajo realizado unos meses atrás.

Este verano, después de muchos años sin volver a pisarlas, regresé a tierras murcianas - que no marcianas - y en una de las excursiones que realizamos durante el viaje - entre visitas y reuniones familiares nos permitimos alguna que otra escapada -, pasamos por Cartagena, ciudad en la que residí durante parte de mi infancia, no queriendo dejar pasar la oportunidad de volver a pasear por algunos de los lugares emblemáticos - para mi, claro está - de los que guardaba grandes recuerdos de aquella época como era el barrio y el edificio en los que viví o el colegio en el que tantos buenos momentos pasé - principalmente en el recreo, no lo voy a negar -, que lógicamente, después de treinta y cinco años que hacía que no los veía habían cambiado bastante.

Junto a la casa que habité durante cinco años, entre finales de los setenta y principios de los ochenta, en buena parte de lo que hoy en día es ocupado por un parque público, había un cine al aire libre al que acudíamos varias noches por semana durante la temporada estival - única en la que abría sus puertas -, en el cual veíamos películas que, si bien no podían clasificarse de estrenos precisamente, al menos eran entretenidas y hacían volar nuestra imaginación. Algunas de ellas eran obras maestras del cine y otras ciertamente quedaban muy lejos de esta calificación, no obstante muchas de ellas quedaron grabadas en mi memoria - tanto de las buenas como de las que no lo eran tanto -: películas bélicas, del oeste - como se decía entonces -, de kárate, de aventuras o comedias, en las que descubrí personajes como Fantomas, el inspector Clouseau, Godzila, James Bond y tantos otros, pero sobre todo, las que más fascinación me causaban sin duda era las películas de ciencia ficción.

Una de éstas últimas que recuerdo perfectamente es "El enigma de otro mundo", traducción al castellano de "The Thing" - sí, habéis leído bien, "La cosa", así se las gastaban los traductores de la época -, película original sobre la que años mas tarde John Carpenter hizo un "remake" - como se dice ahora - bastante más terrorífico, pero aún así, no dejo de reconocer que a pesar de lo cutres que pueden resultar a vista de hoy los efectos especiales de la época, la sobreactuación de algunos personajes y lo ridículo de algunas situaciones, no dejaba de tener su encanto aquella primera versión. Se trataba de una película de "Serie B" de la RKO, que como muchas tantas otras que vi en aquellos tiempos - Ultimátum a la Tierra, La Guerra de los Mundos, La Invasión de los Ladrones de Cuerpos, ... - me fascinaron haciendo volar mi imaginación y despertando en mi la curiosidad y el interés por este género, que trasladé también a la literatura, y que aún a día de hoy se mantiene.
"Invasores en acción"
Todo esto viene en relación a los "visitantes" que podéis ver en la imagen de la izquierda, que si bien es cierto, no son de otro mundo, bien podrían servir para desarrollar el argumento de una de estas películas de Serie B en el que unas orugas gigantes invaden la tierra con fines perversos.

Esta foto se corresponde con el panorama de lo que nos encontramos en el marco de una obra que nos trajeron a principios de este año para su restauración, y digo obra por que no se trataba de una pintura sino de una composición con motivos florales y animales bordados sobre seda en torno a una foto familiar antigua.

En la foto de la izquierda se puede ver el aspecto general visto desde atrás, una vez desmontada la parte trasera, donde, si bien es cierto que no se aprecian muy bien los estragos causados por los "invasores" de la imagen anterior, si se observan claramente las manchas provocadas por la humedad en la seda utilizada como lienzo, cuyo estado general - salta a la vista - podríamos calificarlo de "bastante deteriorado", con unos llamativos lamparones que afeaban bastante su aspecto, siendo el estado del marco, como podéis imaginar, "dramático", por llamarlo de alguna manera.

El interior del marco estaba totalmente horadado por la carcoma, hasta tal punto que en algunas zonas, si presionabas con cierta fuerza, los dedos se hundían como si fuera de plastelina, manteniéndose la estructura frontal en algunas zonas tan solo gracias al recubrimiento de pintura y barniz, lo cual pudimos constatar al desmontarlo, momento en el cual algunas secciones literalmente se deshicieron convirtiéndose en polvo y astillas.

Detalle del estado del marco
A pesar de la gravedad de la situación, y aunque no lo parezca, no era algo irremediable, así que decidimos ponernos manos a la obra para recuperarlo, comenzando para ello por una limpieza a fondo para retirar los xilófagos - carcoma para los amigos - y los restos de madera y serrín sueltos en que ésta se había convertido por efecto de estos "visitantes" indeseados, extrayendo las partes más deterioradas e irrecuperables para aplicar a continuación un tratamiento para eliminar los posibles restos de la plaga dejando todas las piezas en cuarentena para que éste tuviera un efecto definitivo.

Llegados a este punto, realizaré un inciso para aclarar que la restauración y limpieza de la seda no la realizamos nosotros. Sí hemos hecho trabajos con telas de lienzo, tapicería y cuero pero nuestro dominio de la seda no llega a un nivel suficiente como el requerido para este trabajo, el cual le encargamos a una buen amiga de Eva que se dedica  profesionalmente a la restauración de papel y tela, con una amplia experiencia en estas labores y en la que confiamos plenamente para la realización de esta tarea. De esta parte, tan solo nos hicimos cargo de confeccionar un nuevo bastidor, con las medidas adecuadas, que entregamos junto con la seda, para que ésta se montara una vez restaurada, ya que el original estaba en tan mal estado y era de tan escaso valor que no merecía la pena perder el tiempo en su restauración.

Aclarado esto, vuelvo al marco que, tras el periodo prescrito para el tratamiento actuara con garantías, volvimos a retomar, repasando nuevamente las piezas, limpiando y aplicando un producto con el fin de endurecer la dañada estructura que, como ya he comentado, en algunas zonas tenía la rigidez de un papel de fumar.

Tras ésto, se rellenaron completamente con pasta todas las galerías y túneles excarvados por los "visitantes" compactando de este modo el marco y recuperando la solidez perdida para a continuación proceder a encolar y montar las piezas dándole nuevamente forma al marco. Tras ésto se reconstruyeron las partes que habían quedado totalmente irrecuperables siendo necesario modelar algunos relieves y filigranas de la parte frontal quedando, una vez endurecida la pasta utilizada, listo para la siguiente fase.

Dado que el cajón interior sobre el que se apoyaba la obra había quedado muy deteriorado, y tampoco tenía sentido mantenerlo, decidimos sustituirlo por uno nuevo, con algo mas de profundidad que el original, para dejar más espacio entre el cristal del marco exterior y la obra, ya que ésta tenía algunas piezas en relieve que lo requerían.

Terminado éste, se fijó al marco por la parte posterior y  pintó, en color crema la parte trasera y el cajón interior, dorando la parte frontal con láminas. Cuando estuvo seco, se pintaron de negro las filigranas que adornaban el frente interior para finalizar envejeciendo el dorado al objeto de "matar" el brillo, que como se puede ver en la imagen de la izquierda, resultaba dañino a la vista, dándole de este modo un aspecto mas "viejuno", en consonancia con el contenido de la obra.

Detalle delacabado

Una vez que tanto el marco como el cajón quedaron pintados y listos, colocamos el cristal, y tras recibir la obra una vez finalizada la intervención de la restauradora de la seda, se procedió a su montaje y a la colocación de una tabla trasera sellando con cinta todos los bordes para tratar de evitar la entrada de polvo y otros elementos que pudieran deteriorarla nuevamente, o al menos ralentizar la acción del paso del tiempo, con lo que por fin pudimos dar por terminado el trabajo, que entregamos al dueño tras cerca de dos meses de trabajo, si bien es cierto que buena parte de este tiempo fue el necesario para que el tratamiento anticarcoma hiciera su efecto.


Trabajo finalizado y listo para su entrega
P.D.: No esta bien que sea yo el que lo diga, pero creo que hicimos un buen trabajo, sobre todo si tenemos en cuenta el estado en el que llegó la obra y lo comparamos con el resultado final.

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