sábado, 7 de marzo de 2015

Cúmulo de Casualidades

Todo empezó con la idea de sustituir el toallero del baño de nuestro dormitorio que hacía tiempo pedía a gritos la jubilación. Ya había descartado el proyecto que tenía en mente de hacer uno con unas sillas por que pensándolo bien, no se adaptaba realmente a lo que necesitábamos y había vuelto al pensamiento original de hacer algo similar a una escalera, en la línea del que había comprado en su día y al que le dí otra utilidad - mostrado en la anterior entrada Plan B - así que me puse a navegar por internet y buscar alguna idea interesante. No me costó mucho encontrar una, en cuanto la vi supe que era lo que estaba buscando, ahora sólo faltaba conseguir los materiales necesarios para ello.

Para hacer el toallero-escalera necesitaba unos listones de madera gruesos y largos, en torno a dos metros para los laterales, y unas ramas de árbol medianamente rectas para los peldaños, así que, como en otras ocasiones hice correr la voz entre algunos amigos y lo comenté con los habituales del taller, siempre recibes ideas y  sugerencias, a veces incluso alguien se acuerda que tiene algo que no utiliza y te puede servir y te lo regala - no sería la primera vez-.

Mis cuñados - los famosos vecinos - me informaron que donde ellos compraban la leña para la chimenea se podían conseguir troncos apropiados, por supuesto a un módico precio pero siguiendo con mi máxima del mínimo coste posible y de tratar de buscar objetos de deshecho y reciclarlos, decidí esperar un poco a ver si me caían del cielo - siempre me quedaba la posibilidad de echarme al monte y cometer un atentado ecológico, pero no es mi estilo -.

Una semana más tarde, cuando llevaba a mi hija a clases de ballet vi que un vecino, a un par de calles de casa, tenía fuera de su casa un contenedor rebosante de ramas y maleza procedentes de la poda del jardín así que a la vuelta - no podía parar en ese momento, ya sabéis que los papas siempre vamos apurados de tiempo - aparqué junto a la casa y ni corto ni perezoso me asomé al jardín donde aún trabajaba y pregunté si podía apropiarme de un par de ramas a lo cual accedió amablemente insinuándome que si me llevaba el contenedor tampoco le suponía ningún inconveniente.
 
Laterales Originales
Ahora faltaban los laterales. Como es lógico, todas las sugerencias pasaban por comprarlos en tal o cual sitio, pero visto lo ocurrido con las ramas decidí confiar y darle una nueva oportunidad a la diosa fortuna, y no tardó mucho en sonreírme. Ese mismo fin de semana, cuando pasé por el taller a dejar una mesa de centro que había recogido en casa de unos amigos que ya no la querían y me la ofrecieron - no se decir que no a todo lo puede ser reciclado - al montarme en el coche y girar en la esquina... ¡Bingo! de uno de los contenedores que había al cruzar la calle asomaban los dos laterales de una vieja escalera de madera, que por la cantidad de pintura que los recubrían evidentemente había pertenecido a un pintor. Los cargué en el coche y di la vuelta a la manzana para dejarlos en el taller.

Ya tenía todo el material, ahora sólo era cuestión de ponerse manos a la obra, y continuando con el cúmulo de casualidades... ¡zas! el viejo toallero se vino a bajo así que ya  no había excusa para empezar.

Esta vez, la excepción que confirma la regla, fue tan fácil como parecía, cortar las ramas en tramos de grosor y longitud apropiados que estuvieran lo suficientemente rectos, limar los nudos, lijar los laterales, hacer agujeros para insertar las ramas y tapar los sobrantes, pintar de blanco y montar la escalera.

Detalle de los materiales
Finalizado

Ya sólo fue cuestión de llevarlo a casa y colocarlo. El mismo día se estrenó y cumplió perfectamente su función. Por fin teníamos nuevo toallero, original y sin coste prácticamente, sólo pintura y barniz.
Colocado y en uso

P.D.: Echábamos tanto de menos un toallero después de cuatro días que lo monté sin barnizar, pero eso ya lo haré en otro momento.

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