sábado, 24 de octubre de 2015

En casa de herrero...


...cuchara de palo, dice el refranero español. Pues este verano me propuse contradecirlo. A lo largo del año vas acumulando ideas - tengo que hacer... - que vas posponiendo - ...algún día -, por falta de tiempo o por que siempre se te ocurre otra cosa mejor que hacer - falta de ganas, para que nos vamos a engañar - hasta que por fin un día, como si de la inspiración divina se tratara, de repente vi la luz y me decidí a aprovechar los ratos muertos en el taller, entre mano y mano de pintura o barniz para, a parte de tomar café, ir desarrollando esas propuestas que tenía pendientes para casa.

Una de ellas era hacer una mesa para la terraza, la que teníamos de plástico había pasado a mejor vida y tampoco era plan de estar cogiendo prestada la de los vecinos cada vez que quieríamos desayunar o tomar algo al aire libre. Hacía ya algún tiempo había encontrado abandonada una mesa de terraza de madera junto a un contenedor. El tablero estaba en muy mal estado, agrietado e inflado por la humedad, en resumen irrecuperable, pero las patas si eran reciclables así que las había guardado para alguna ocasión como ésta.

Comencé por las patas, tipo tijera, tarea sencilla, simplemente desmontar y lijar para retirar el barniz cuarteado y volver a montar para a continuación pintarlas de color gris, a juego con las sillas que ya tenía.
Mesa en proceso
El tablero lo sustituí por una tabla de DM plastificado que encontré entre los recortes almacenados en el taller. Ni siquiera hizo falta cortar, tenía las dimensiones justas. Pinté los cantos del mismo color gris y lo atornillé a la estructura de las patas.

Como quedaba un poco triste me decidí por decorar el tablero, como no con papel, y que mejor motivo que etiquetas de cerveza - recordad siempre que las Autoridades recomiendan el consumo responsable -. Un homenaje a esos aperitivos - y cervezas - en la terraza, bajo la sombrilla en los días de calor, que ahora que han llegado las lluvias parecen lejanos.

Para finalizar unas buenas capas de barniz protector de exterior contra las inclemencias del tiempo y a disfrutarla. Una cosa menos.

Mesa Finalizada

Otra de las cosas que tenía pendientes era el reloj de la cocina. Un día, al colgarlo tras cambiarle la pila, se me resbaló de las manos y se desprendió la sujeción de la pared - esas cosas también me pasan a mi, como a cualquier hijo de vecino - cayendo al suelo y astillándose en una esquina. En ese momento, como estaba haciendo otras tareas domésticas, lo dejé en un rincón y ahí quedo durmiendo el sueño de los justos, y no por que lo hubiera olvidado, casi todos los días al entrar en la cocina lo veía y me decía tengo que arreglarlo, pero ya sabéis como son estas cosas, y al título de la entrada me remito, lo vas dejando... lo vas dejando.

Por fín, un par de meses - si, meses - y tres recaditos de mi mujer mas tarde, en poco más de cinco minutos pegué la pieza rota y coloqué una nueva sujeción para colgarlo, pero una vez en su sitio me pareció que el reloj estaba un poco soso, ya no parecía digno para ocupar un lugar en esta casa, le faltaba alegría, así que lo volví a descolgar y con la excusa de que lo iba a tunear volvió al banquillo nuevamente.

Otro par de meses más tarde - literal, en serio - y tras otros cuantos amables recordatorios de la voz de mi conciencia - mi mujer, por supuesto - hice acopio en el taller de algunas servilletas de papel con diferentes dibujos y ese mismo fin de semana matamos dos pájaros de un tiro - esto no es literal, que no se asuste nadie -, hicimos una manualidad en familia para rellenar una tarde de aburrimiento y por fin decoramos el reloj.
Originalmente todo blanco


Trabajo en equipo


Hicimos un sencillo - mi hija de siete años hizo buena parte - trabajo de decoupage - ya sabéis, término cool para decir que lo empapelamos - sobre los números, cada uno con parte de una servilleta diferente y finalmente quedó como os muestro a continuación.

Resultado Final
Por fín tenemos reloj en la cocina, y creo que hasta él está contento, ahora llama la atención y desde que lo colocamos son varias las personas las que han entrado en la cocina y han preguntado de donde hemos sacado ese reloj tan original.

Estas son las cosas que hacen que te des cuenta lo fácil que es, por poco dinero y tiempo, además de disfrutar de la tarea, dar un cambio y reconvertir una triste y desapercibida presencia en un foco de atención.

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