sábado, 6 de diciembre de 2014

Trono Vintage

Este sillón forma parte de un conjunto con otras dos sillas sin reposa brazos, y proceden del antiguo trabajo de mi mujer. Con motivo de la mudanza de oficina que realizaron el año pasado y la consiguiente renovación de mobiliario, hubo una serie de elementos que sobraban en las nuevas instalaciones por lo que se les ofreció a los empleados la posibilidad de llevarse lo que les interesara antes de que fueran a parar al vertedero.

Al hacer el reparto, mientras el resto de los compañeros de trabajo se decantó por modernas sillas de oficina, cajoneras y mesas más prácticas, mi mujer, conociéndome a mi y mis inquietudes, se hizo con el conjunto de sillas antiguas que habían pertenecido a un antiguo jefe, y que a mi parecer eran las piezas más valiosas.

Estado Original
Las sillas tenían apariencia austera pero eran de buena calidad y tenían posibilidades, sólo había que buscarlas, así que pasaron a ocupar su lugar en la cueva, en la cola de muebles a la espera de transformación.

Como tenía claro desde el principio que las iba a pintar y a cambiar la tapicería, el primer paso fue retirar la existente, lo cual fue un trabajo de chinos. Lo primero fue arrancar las tachuelas del perímetro que escondían grapas que sujetaban el cuero, después mas grapas que mantenían la goma espuma interior, mas tarde la nueva ristra de grapas que sujetaban las rejillas de soporte. Como recordatorio de todo esto me quedó codo de tenista que desde entonces, hace ya casi un año, me dejó fuera de los partidos de padel de los miércoles - ya sabéis, deporte de cuarentones, excusa para reunirse y tomar una cerveza con los amigos-.
En proceso

El trabajo lo fui haciendo de manera intermitente ya que cada vez que me ponía manos a la obra me resentía de la lesión y tenía que aparcar esta tarea para dedicarme a otras que no requirieran ese esfuerzo al codo hasta recuperarme y continuar. No exagero si os digo que entre tachuelas y grapas retiré no menos de trescientos elementos, de ahí que las otras dos sillas aún estén pendientes - una sin tocar y la otra a la mitad  -. Esta era para casa, las otras irán destinadas a la venta.

Tras el verano, al terminar el mueble de costura - al que ya dedique una entrada anterior - había que complementarlo con una silla adecuada y que mejor que ésta que estaba a medio hacer ya.

Tras retirar la tapicería - por fin - se lijó, se reparó uno de los brazos que estaba dañado y despegado y después, tras decidir que la madera del respaldo iba a estar a la vista y no oculta como lo estaba originalmente, hubo que reparar todos los desperfectos provocados por los miles de millones - no me gusta exagerar - de grapas y tachuelas retirados, por tanto, se aplicó pasta y lijó en un proceso lento y tedioso que requirió varios repasos. Hecho ésto se pintó con esmalte acrílico, del mismo azul turquesa que el mueble al que iba a acompañar.

Lista para el tapizado

Paralelamente a este proceso fuimos buscando el material para el tapizado. La tela, tras vueltas y vueltas por diferentes tiendas sin nada que realmente nos llamara la atención, bueno, miento, hubo una que me gustó pero a ciento ochenta euros el metro - si, habéis leído bien, no es una errata - pero lógicamente tuvimos que decantarnos por otra opción más económica. Tras una noche viendo fotos de las muestras que habíamos ido sacando de las más interesantes tomamos una decisión, pero cuando fuimos a comprarla, y viendo las muestras al natural cambiamos la elección.

La búsqueda del galón para el remate también tuvo su historia. Recorrimos varias tiendas viendo prácticamente lo mismo en todas así que finalmente nos decidimos por uno en color rojo bastante tradicional, el más coherente dentro de lo que habíamos visto. Ya le habíamos entregado al tapicero todo el material para que hiciera su trabajo cuando unos días más tarde, por casualidad entramos en una tienda - esto es como cuando sigues buscando algo que ya has comprado para ver si lo encuentras más barato, puro masoquismo - y encontramos gran variedad de galones, y muchos eran más interesantes que lo que habíamos visto hasta entonces. Compramos uno que nos gustó, así que al día siguiente, rezando para que al tapicero no le hubiera dado por saltarse todas las costumbres y hubiera hecho el trabajo en una semana, llamé al tapicero - que afortunadamente cumplía con el cliché y no había ni empezado - y quedé con él para entregárselo. Finalmente tras otra semana de espera nos devolvió la silla finalizada.

La verdad, y viendo como quedó, todo el trabajo y quebraderos de cabeza merecieron la pena, tanto la dueña - mi mujer - como yo quedamos encantados con el resultado final que os muestro a continuación.

Resultado final
PD: desde enero no juego al padel, y aún quedan unos cuantos cientos de grapas y tachuelas por quitar de las otras dos sillas. Creo que me conformaré con tomar cervezas con los amigos y cambiar de deporte por que tengo otro trabajo pendiente de cuatro sillas igualitas, y esta vez me pagan por lo que no valen excusas.

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