jueves, 14 de abril de 2016

La vida te da sorpresas,...

Para desintoxicar de restaurantes - todavía queda algo pendiente del trabajo de las dos entradas anteriores, y en estos momentos estoy enfrascado en otro - y aunque también quedan otras cosas pendientes, voy a dedicar este artículo a un trabajo reciente, por que me apetece, sin más.

Hace poco recibí el ofrecimiento de una estantería de la que se iba a deshacer una conocida, que si bien a mi no me interesó, como siempre en estos casos, hice correr la voz - la foto mejor dicho - a los conocidos, por si a alguien le pudiera interesar y finalmente le encontré acomodo en casa de un familiar. La donante me comentó que tenía una silla para tapizar, a ver si le podía echar un vistazo cuando fuera a buscar la estantería. Por supuesto le dije que sin problema y que si no era complicado yo mismo se lo hacía - cadena de favores -. Le dije que me avisara cuando tuviera la tela para el tapizado y pasaría a buscar las dos cosas, le dí referencias de un par de sitios donde comprar las telas y ahí quedó la cosa.

Un par de semanas más tarde me llamó para darme las gracias por que había encontrado una tela muy chula en uno de los sitios que le dije y que pasara cuando quisiera a por los muebles. Un par de días más tarde pase por su casa y recogí la estantería desmontada - todo un detalle - y me enseñó la silla.

Aquí la podéis ver en todo su esplendor - tenía asiento, pero ya se lo había desmontado cuando saqué la foto -, pero claro, lo de tapizarla... se quedaba corto... muy corto. La pintura estaba echa una pena así que... sorpresa uno: hay que pintarla.

Bueno, cogí las dos cosas y me fui rápidamente sin fijarme mucho en los detalles, tenía el coche mal aparcado y tampoco era plan de alargar la visita, ya la vería con más calma. Le dije que se la pintaba de negro y la tapizaba, sin problema.

Mientras conducía de camino a casa iba discurriendo en como resolver la papeleta rápidamente: como es pintada de negro se le da un lijado superficial para que agarre la pintura, barnizar, y la tapicería nada, son dos tablas que con la grapadora... en dos tardes en casa me la quito de encima, no hace falta ni llevarla al taller.

Ja, ja,...- me dio la risa - sólo tuve que coger la silla un par de días más tarde para darme cuenta que no iba a ser tan fácil. Sorpresa dos: cuando comencé a lijarla empezaron a desprenderse la pintura que se encontraba craquelada en varios sitios, dejando a la vista la madera lo que hacía vislumbrar que lo que iba a ser un ligero lijado se iba a convertir en un lijado profundo, había que eliminar todo resto de pintura y llegar hasta la madera. Pintar sobre la pintura original se habría convertido en un desastre al poco tiempo, seguiría escamándose la capa interior y el trabajo terminaría en una gran chapuza - y desprestigio para el ejecutor, en este caso, el que escribe, y no era plan, uno tiene su corazoncito y no le gusta quedar mal -. Decidídamente había que hacerle un completo.

Estructura lijada y encolada en secado
Metido en faena, conforme lijaba me di cuenta de que la silla era de madera de haya, y cuanta más pintura iba quitando mejor se iba poniendo. Sorpresa tres, pero esta vez en positivo, me gustaba lo que había debajo. No tardé en enviarle un mensaje a la dueña proponiéndole no pintarla y dejarla en color natural. Tras algunas dudas aceptó y confió en mi consejo.

Finalizado el lijado tocó encolar la estructura que se encontraba bastante débil, y pasado un fin de semana secando, con un par de manos de barniz mate la estructura quedó finalizada.

Estado del asiento
Tocaba ahora el tapizado. Comencé por el asiento y... sorpresa número cuatro: al quitar la tela comprobé que la base era de aglomerado, y que por el paso del tiempo y la humedad se había inflado en algunos bordes y se estaba desgranando. Por otro lado confirmé lo que pensaba desde que desatornillé el asiento y lo separé del marco, que era lo que mantenía la rigidez, la tabla estaba partida, así que había que sustituir el asiento casi por completo, pude salvar la gomaespuma cuyo estado era aceptable.

Cortada la nueva tabla y pegada la gomaespuma a la misma, el tapizado fue sencillo - hasta yo lo podía hacer solito -, grapar por debajo la tela nueva que me había proporcionado la dueña para la parte superior, y aproveche el mismo forro de la parte inferior que estaba en buen estado para rematarlo.

El respaldo se convirtió en la sorpresa número cinco, yo que pensaba que era una simple tabla forrada, igual que el asiento encajado en el espaldar, pero no, no había tabla, la tela iba grapada a las varillas laterales sin ningún tipo de soporte rígido. Al final iba a tener que llevarla al tapicero, no las tenía todas conmigo sobre si iba a ser capaz de hacerlo yo sólo. Tras darle varias vueltas y consultarlo con la experta costurera de la casa - mi mujer -, por que mis habilidades con la aguja y el hilo ni siquiera entrarían en la escala de puntuación - no se puede saber de todo, hay que dejar algo a los demás -, ella lo vio fácil, simplemente cogió el respaldo original y sobre el mismo cosió la tela nueva, tanto por delante como por detrás. Yo sólo tuve que montarla nuevamente tal cual estaba - trabajo en equipo - y con esto quedó finalizado el trabajo que os muestro a continuación.


P.D.: la última sorpresa - esta vez positiva - se la llevó la dueña cuando le devolví la silla terminada. No la reconocía, quedó encantada y eso es lo que cuenta al final.

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