lunes, 17 de noviembre de 2014

Revistero Gaseoso

Hace ya varios años, mientras ayudaba en la limpieza de la casa de un familiar, encontré entre montañas de objetos abandonados en un trastero destinados al contenedor una caja de madera que no tenía nada de particular, a parte de su estado lamentable. No se por que pero fue lo único que rescaté, a parte de unos libros - no puedo evitarlo, son mi debilidad -, y no por que no hubiera nada interesante sino por que no tenía donde meterlas y para que vamos a engañarnos, tampoco tenía pensado que fuera a dedicarme a ésto.

Después de la primera restauración
En su día, la restauré con un buen lijado, tinte para oscurecerla un poco y barniz para protegerla, manteniendo prácticamente el estado original en el que la encontré, la verdad es que tampoco es que me esmerara mucho. Se convirtió entonces en un revistero a juego con los muebles mejicanos que poblaban mi salón por aquellos días (si yo también pasé por esa época, nadie es perfecto).

Así se mantuvo unos cuantos años en una esquina del salón, junto al sofá, siendo paso de tránsito de periódicos y revistas en su camino del kiosko al cubo de papel. Sobrevivían en el fondo unas revistas de National Geographic inacabadas, de las que guardas para terminar de leer algún día aunque en el fondo sabes que nunca lo harás, y que finalmente regalé (después de tanto tiempo hasta les había cogido cariño y les busqué acomodo, no fui capaz de tirarlas).

Cuando me mudé a la nueva casa ya no había lugar adecuado en el salón (adiós a los muebles mejicanos) así que el revistero quedó relegado a un oscuro rincón de la cueva, como contenedor de botes de pintura, pero cuando comencé a asistir a clases de restauración fue el primer objeto en el que pensé en llevar para darle una nueva oportunidad - en el fondo le tenía aprecio -.

Cajas de sifón
Al llegar a clase, lo primero que descubrí es que se trataba de una caja de sifones, lo cual confirmé consultando en internet. Recordaba de mi infancia las botellas en los bares, pero no guardo recuerdos de este tipo de cajas - no soy tan viejo - así que eso me hizo dudar de lo que tenía pensado hacer con la caja, por lo que me puse a trabajar con ella sin tenerlo del todo claro.

Lo primero como siempre, lijar, luego tapé las heridas de carcoma recuerdo de la vida anterior a su llegada a mis manos, ya que no lo había hecho con anterioridad. A modo de práctica en las clases, como estaban haciendo manualidades de empapelado de muebles me decidí por forrar el interior, y nada mejor como motivo alusivo a su uso que hacerlo con papel de periódico, aunque bien es cierto que ya no acumulamos papel como antes - bienvenidos al mundo digital -.

Después pensé en darle un color, estaba aburrido de verla así, necesitaba un cambio. ¿Que tal el rosa?

Pintado de rosa

No terminaba de convencerme el resultado final, difería demasiado el aspecto viejuno del interior forrado con periódicos con el reluciente exterior así que, siguiendo el consejo de la profesora, y para practicar nuevas técnicas lo envejecí minimizando de ese modo el contraste entre interior y exterior.

¿Acabado?, no del todo, ya me lo había llevado a casa pero tenía la sensación de que aún faltaba algo. Después de haber visto en internet cajas de sifón, en muchas de ellas aparecía la marca comercial así que pensé en ponerle alguna denominación, recuerdo de su pasado. Con una plantilla de letras de mi hija y la ayuda de un clavo repujé las letras en un lateral para a continuación pintar el reundido y terminar dándole aspecto envejecido para que no desentonara con el conjunto. Por último una capa de barniz protector, unas pequeñas ruedas en la parte inferior para facilitar la movilidad sin rayar el parqué y listo, ya tengo un estupendo revistero de Gaseosas El Rayo.
 
Detalle del Interior
Aspecto final

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